05 abril 2007

El aguilucho

Recuerdo que no hace tantos años, cuando la extrema derecha también salía a la calle y se entremezclaba con populares, socialistas, comunistas y apolíticos para protestar por los asesinatos y secuestros de ETA, nadie decía ni mú (¿para qué?) si, cuando guardábamos aquellos minutos de denso silencio, a algún ultra se le inflaban las venas de gritar que se reimplantara la pena de muerte para los terroristas. Aquellos exabruptos antidemocráticos se pasaban entonces por alto, reduciéndose a la subcategoría de la anécdota por una especie de consenso tácito que asumían políticos, instituciones, medios de comunicación y sociedad civil en general. Había un único enemigo, de modo que nadie cuestionaba el carácter inmaculado del espíritu de los manifestantes ni las cifras rocieras que ratificaban las policías locales y las subdelegaciones del Gobierno para autoafirmación de la grey, donde siempre y en todo momento estuvo la extrema derecha; podría faltar... Les contaré una anécdota: aquel caluroso 12 de julio de 1997, a la hora cenital en que estaba entrando moribundo Miguel Ángel Blanco por la puerta de Urgencias del hospital Nuestra Señora de Arantzazu (actualmente hospital Donostia), paseaba yo con el pinganillo por delante de las vidrieras de la Librería Saltés, a escasos metros de un pintor de brocha gorda y de unos orondos 60 años cuya estampa me pareció particularmente conmovedora en aquellos instantes particularmente conmovedores. Es hoy que parece que lo estuviera viendo: con su traje de faena, su cubo, su escalerilla al hombro, el gorro marinero calado y un perrillo altanero a su vera. Me distraje con el escaparate de libros, así que, camino de la plaza de Las Monjas, terminé cruzándome de nuevo con el pinturero amigo, su chucho fiel —recostado en un filo de sombra— y con la horca que había dibujado en una de las paredes mudas de la calle Puerto para reclamar la vuelta del vil garrote... Actualmente, esa rabia extremista sería portada en ciertos medios de comunicación. Y soy de los convencidos de que el «todo vale» del PP contra la confusa política antiterrorista de Zapatero es ese «error histórico» que le andan reprochando los socialistas y sus huestes. Pero también es cierto que hay quienes peinan cada manifestación respaldada por Rajoy, Arenas o Pedro Rodríguez para hacer acopio de caspa y exhibir luego las costras. Hasta ahora, nunca se le había dado tanto pábulo a la extrema derecha (por razones que no deberían escapar a nadie). Y reclamo mi derecho a horrorizarme también por esto. Además de por el aguilucho, por su protagonismo mediático.
Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 5 de abril de 2007

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