Entrevista a José Antonio Fortes (a petición popular)
«García Montero sacó las cosas
al terreno que domina: el de las armas
de destrucción masiva de Prisa»
al terreno que domina: el de las armas
de destrucción masiva de Prisa»
Tras ganar hace un mes el juicio en el que acusaba de injurias al poeta Luis García Montero, el profesor José Antonio Fortes (Vélez-Málaga, 1949) optó por guardar silencio hasta que la sentencia fuera firme. Ahora explica los motivos por los que llevó a juicio a su compañero en la Universidad de Granada, con la conciencia tranquila y la seguridad que da el contar con la Justicia de su lado.
P.—¿Se siente resarcido tras la condena a García Montero?
R.—Mucho. No sólo por la sentencia. También se han puesto al descubierto las posturas engañosas que sólo son aparentemente de izquierdas. Además, alrededor de mis razones se ha movido un buen número de intelectuales, de modo que ya son nuestras razones. Yo nunca estuve solo. Un comunista nunca está solo.
P.—Pero admitirá que la sentencia es sorpresiva y que difumina los límites de la libertad de expresión.
R.—En absoluto. La sorpresa puede llevársela quien confunde los hechos enjuiciados con la ceremonia de falseamientos levantada en torno a mi trabajo intelectual. Le aseguro que la sentencia está muy bien escrita para como está el lenguaje jurídico, y muy bien fundamentada. Diferencia claramente la libertad de expresión del insulto, y lo condena como el delito que es y que fue.
P.—Hay versos del Siglo de Oro más duros que el artículo que publicó en El País García Montero…
R.—En el siglo XVIII había otras normas de comportamiento colectivo. Pero le aseguro que la patologización y la depuración que me pedían en ese artículo no se reclamaba en el Siglo de Oro. Es que me patologiza. No bebo alcohol y dice que tengo delirium tremens. ¡Y pedía mi expulsión de la Universidad! Vamos… Pero claro: todo está hecho de cara a la galería y a la prensa.
P.—Con el paso del tiempo, ¿no cree que el ámbito penal no era quizá el más indicado para solventar una cuestión de esta índole?
R.—En un sistema democrático como éste, aunque mi pensamiento sea contrario al sistema, a la monarquía o al capitalismo, yo pago mis impuestos para las duras y las maduras. Y si se me permite ir a una instancia judicial, voy a ella porque, en este caso, no tenía más terreno de defensa para impedir las injurias. Me he visto obligado a ir a los tribunales porque el señor García Montero fue quien sacó las cosas al ámbito de lo público. Las sacó a un terreno que él dominaba: el de las armas de destrucción masiva de Prisa. Y a partir de ahí, hala, a aniquilar y a destruir, como si yo fuese un fundamentalista.
P.—¿Qué le parece la ola de solidaridad desatada a favor de García Montero tras la sentencia?
R.—Un circo. Trastocan todo, incluso hasta convertir la universidad en un cortijo a su antojo. Además, están los abajo firmantes de un manifiesto no ‘a favor de’ sino ‘en contra de’, firmantes que muchos no saben qué firmaban. Un supuesto manifiesto que, en la tradición contrarrevolucionaria del XIX, no sólo patologiza, sino que criminaliza al contrario.
P.—Hasta el presidente de la Junta se ha solidarizado con su compañero de departamento. Y eso que él también recurrió a los tribunales por unas injurias de este diario desestimadas ya en primera instancia.
R.—El cinismo es tremendo, ¡jo!... Pero no me gustaría personalizar las cuestiones. Si hay algo positivo en todo esto es que para nada ha habido cuestiones personales, ni siquiera académicas. Se debatían cuestiones de posicionamiento del pensamiento de izquierdas. Para entenderlo quizá baste con ver las relaciones que se han establecido con toda una dinámica de destrucción interna de IU. Y si quiere ver los lazos que unen ambas destrucciones, fíjese en el vaciado mecánico de militantes oficialistas de IU en la lista de los abajo firmantes del manifiesto de marras.
P.—¿Se alegra de que García Montero abandone la Universidad?
R.—En absoluto. Soy buena persona, en el sentido machadiano. Jamás me puedo alegrar del mal de nadie por principio. Ahora: lo de abandonar... Me parece que éstas son palabras huecas, que no tienen su concomitancia en la realidad, como todas las que le oí en este asunto.
P.—¿Es cierto que usted le acusó del suicidio de su amigo Javier Egea?
R.—Decir que alguien incita al suicidio de otra persona es un delito muy grave. Y si fuera así, él, que tan dado es a ir a los juzgados aunque cínicamente diga que no va nunca, tendría que haberme denunciado. Lo que yo manifiesto son hechos objetivos e históricos, no personales, y cualquiera puede comprobarlos. ¿En qué lugar aparece la poesía de Javier Egea desde mediados de los 80? ¿Es que no escribía, no existía? ¡Vamos, hombre...! Y, sin embargo, la poesía oficial sí está por todas partes: en antologías, recitales, revistas...
P.—¿Mantiene entonces que ese vacío oficialista fue determinante en el desenlace fatal de Egea?
R.—Creo que habría que salir de nuevo de lo personal y ceñirnos a cuestiones históricas. En los 70 y 80, ¿qué intelectuales de izquierdas se suicidaban? ¿Lo hacían por cuestiones personales? No. Era por cuestiones de aporía histórica, de no salida. O te integra el sistema o te desintegra. Cuando alguien aprieta el gatillo o se tira al tren, ¿vamos a reducirlo a cuestiones personales? ¡Vamos, estamos así desde Larra! Siempre hay cuestiones históricas y colectivas que explican tus decisiones personales, las que sean. Hay que sacarlo de lo personal y relacionarlo con lo histórico: el fracaso de las propuestas de izquierdas en los 90. Habría que cambiar los métodos de acercarse a los escritores y a los intelectuales. No se trata tanto de la idiosincrasia de cada uno, sino del lugar que cada uno ocupa en relaciones de producción, políticas, sociales, de clase...
P.—¿Usted vincula la obra de Lorca o Ayala al fascismo?
R.—Si reduces las cuestiones a lo personal, no hay nada de qué hablar. Si las cuestiones son los textos escritos y publicados, ahí es donde hay que hablar. Y en estos lugares intelectuales, para responder a la cuestión, habría que irse a la situación histórica, a los años de la dictadura de Primo de Rivera y de la República, y comprobar lo que pensaban los intelectuales españoles de los años 20 y 30 acerca de la obra de Lorca. ¡Hacían unas afirmaciones que se han borrado por completo! Yo lo que hago con Lorca es situarlo en su tiempo histórico y en sus relaciones de clase, y para empezar le aseguro que Gibson, cuya obra pasa por ser la summa lorquiana, falla más que las escopeticas de la feria, incluso en la datación de una reseña. Además, olvida coger noticias fundamentales que están al lado, en la misma página de periódico de esa reseña equivocada. Por otra parte, si pones en un lugar los trabajos publicados por Lorca, las reseñas de sus libros o su participación en revistas intelectuales de su tiempo, y en otro los trabajos e intervenciones intelectuales de Ayala, encuentras que no hay color, que Ayala gana con creces en su peso histórico social. Y si salimos del círculo de élites dirigentes, entonces ya es abismal la diferencia. Lorca sólo alcanza notoriedad social, fuera de su círculo de clase, desgraciadamente después de su asesinato político. Y ello igualmente por cuestiones políticas, de propaganda de guerra. No olvidemos que el Ministerio de Instrucción Pública estaba dirigido por los estalinistas.
P.—¿Se considera un incomprendido en estos tiempos de recuperación de la memoria histórica?
R.—No, no, no. Sé que soy un intelectual incómodo. Ser cómodo y de izquierdas es contradictorio. El pensamiento siempre es crítico. Por eso somos muchos los que estamos ya cansados del espectáculo de confundir al intelectual con una mercancía, o de ver cómo la obra de Lorca es una marca registrada que da muchos beneficios y consume muchos impuestos. Preguntémonos por qué tantos millones para hacer una oficina de empleo en La Romanilla.
P.—Le conmoverá poco la recuperación de los restos del poeta…
R.—A mí me parece una megalomanía, como tantas que rodean a la marca registrada ‘Lorca’. Lo que tenga que decir del escritor lo haré en un libro que ahora sí que voy a escribir. Y mis temores no me vienen de la derecha, sino de una izquierda dogmática que se mueve por artículos de fe. La socialdemocracia instalada en el poder no consentirá que se le toque su mito. Pero pienso documentar todo cuanto afirme. No me dedico a la crítica literaria, sino a la investigación de la literatura. Y a este respecto, la gran cuestión: la literatura fascista es algo muy complejo de definir. Hoy día el término fascista va de mano en mano y ninguno se lo queda. Sirve de arma arrojadiza. A cualquiera lo tachan de fascista sin saber lo que se dice. La definición histórica del fascismo español es muy compleja. De entrada, no tiene teoría en sentido estricto. Tiene práctica. Además, nadie lee hoy día ni fascismo político ni literario. Yo sí me he tenido que empapar de discursos fascistas de los años 20, 30 y 40. Y para empezar, por ejemplo, no hay ningún escrito fascista que ataque a La Barraca. Y las supuestas críticas de la derecha que censuraban Yerma: ¿alguien las ha leído enteras, no troceadas? Menos afirmaciones gratuitas y más investigación y debate.
P.—Si fuera familiar de Sor Maravillas, ¿denunciaría a Almudena Grandes?
R.—Claro. Además: ¡qué desprecio hacia el proletariado y los milicianos! ¡Qué artero convertirlos en una horda de violadores! Eso demuestra una supina falta de conocimiento y entendimiento histórico… ¿Quién, que sepa la historia, va a caer en eso? Yo no digo que no hubiera facinerosos en el año 36, pero en principio el miliciano no lo era, por definición. ¡Mira que quitarle al miliciano su conciencia de clase! Esos juicios hacen el juego contrarrevolucionario.
P.—¿No teme que se le recuerde más por su victoria judicial que por logros académicos o literarios?
R.—No. Este intento fallido de aniquilamiento del contrario es un hecho histórico. Marca un antes y un después. Se acabaron los disfraces para el pensamiento de izquierdas. Hay que ir al debate intelectual, cuyo lugar no es la prensa ni los juzgados, sino los libros, donde salgan ideas y conocimientos históricos.
R.—No. Este intento fallido de aniquilamiento del contrario es un hecho histórico. Marca un antes y un después. Se acabaron los disfraces para el pensamiento de izquierdas. Hay que ir al debate intelectual, cuyo lugar no es la prensa ni los juzgados, sino los libros, donde salgan ideas y conocimientos históricos.
Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 13 de diciembre de 2008
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9 comentarios:
Gracias, amigo. Ah!, mi enhorabuena por la entrevista.
Gracias a ti. Un saludo.
Solo hay que leer esta entrevista para darle la razón a García Montero. Todas las respuestas de Fortes son,aparte de ininteligibles, un puro desvarío. Lo conozco desde pequeño y siempre ha sido no otra cosa que un majarón. Lo que nunca ha sido es de izquierda y mucho menos comunista.
He estado buscando por ahí la correcta definición de "majarón". De lo que he leido me ha parecido que en la reseña del libro "Teoría del majarón malagueño" de Alfonso Vazquez es la que mejor se puede aplicar a la definición que hace "Juan Santo" del Prof. Fortes:
"La voz “majarón”, del árabe mahrum (desgraciado) describe a esos miles de malagueños a los que les falta un tornillo, incluso si esta ausencia no ha sido detectada por la Ciencia, pero que sí ha confirmado la sabiduría popular"
Efectivamente tiene que faltarle un tornillo para decir en el ámbito universitario español algo como:
"Se acabaron los disfraces para el pensamiento de izquierdas. Hay que ir al debate intelectual, cuyo lugar no es la prensa ni los juzgados, sino los libros, donde salgan ideas y conocimientos históricos".
Porque la cuestión fundamental es si es correcto el análisis que hace de la figura de Lorca en su trabajo académico. Lo demás palabras, descalificaciones e incultura.
Por lo que he podido leer en la página web de la Universidad de Granada, el Prof. Fortes desde luego no es un ignorante.
Este señor es un personaje de talante verdaderamente deleznable. Gracias por publicar la entrevista, nos sirve para constatar lo que ya intuíamos al leer la noticia.
"Talante deleznable". Que expresión más contemporánea!
A mi se me ocurre otra expresión para definir a este individuo, y no se si es contemporánea o no ni me importa: este señor es un impresentable de tomo y lomo, mala gente.
La polémica García Montero/Fortes me pilla muy lejos. En cuanto a que Lorca es un icono de la izquierda que, en su trastienda, les puede salir bastante respondón, lo he pensado (documentadamente) siempre.
La homosexualidad de García Lorca fue la única objeción que le ponían los chicos de azul mahón para considerarle lo que era: uno de los suyos.
Fortes, empero, se equivoca, valiéndose de una definición de la idea falangista entre 1934-1936 absolutamente inexacta. Cosa lógica en alguien que se autodefine comunista y se vale de la jerga del materialismo dialéctico más rancio, claro (dicho sea con todo respeto).
Seamos, ¡empero!, todavía, aún un poco más románticos. ¡Seamos heideggerianos! Digamos que esto expone, en apariencia, un entrelazamiento indiscernible entre el decir del poeta y el pensar del pensador. Sin embargo, la ventaja será del poeta, pues el pensador no es más que el anuncio del retornamiento, la promesa de la sobrevenida de los dioses en el colmo de la destreza, la elucidación retroactiva de la historialidad del ser. Mientras que el poeta efectúa por lo que le concierne, en la carne de la lengua, la guardia obliterada de lo Abierto...
¿Y si nos dejamos de chorradas y empezamos a oponer al materialismo demócratico propio del capitalparlamentarismo un no tan rancio materialismo dialéctico sino una DIALÉCTICA MATERIALISTA?
Por algo como ello es por lo que se ha intentado linchar al Profesor José Antonio Fortes.
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