01 diciembre 2005

Villarrasa

Por fin el juzgado de La Palma parece dispuesto a entrar en el problema de fondo de la planta de Villarrasa, para mayor gloria del popular Juan María Domínguez, la verdadera mosca cojonera del PSOE de Huelva. Se acaba de dictar una providencia por la que se solicita a la Diputación información técnica para verificar si existen razones que justifiquen el cúmulo de irregularidades que se vienen detectando en los últimos años en el vertedero. Las primeras declaraciones del diputado de Medio Ambiente, Manuel Guerra (a través de nota de prensa, claro), no podrán resultar comprensibles para alguien de fuera que no llegue prevenido de que, en Huelva, la política no es el arte de arreglar los problemas ciudadanos, sino un juego de niños en el que con un ‘tú la llevas’ se pretende traspasar todos los males al oponente. A cuento de qué viene ponerse a hablar del alcalde de Huelva cuando se te están pidiendo explicaciones sobre tu planta, cuando se alude a tu ámbito de responsabilidades... Evidentemente, el complejo de Villarrasa sirvió en su día para solventar en gran medida el problema de los vertederos incontrolado. ¡Faltaría más! Pero ¿se pueden justificar hoy día sus graves deficiencias por estar absolutamente desbordado por la basura? ¿Y tiene explicación el oscurantismo y la falta de valentía con la que afrontan cada polémica los responsables de la Diputación, a los que el juez les llega a pedir ¡a estas alturas! que aclaren quién era el responsable del control entre 2002 y 2003 de la planta, un Juan Serrato al que nadie ha mentado hasta ahora? En ningún ámbito de la política existe mayor margen para el cinismo y la frivolidad que en el concerniente al medio ambiente. En otro tiempo, cuando llegaba el momento de retratarse, todo el mundo salía mal enfocado y cada cual podía extraer sus conclusiones. En ese fragmento de segundo en el que echaba a volar el pajarito, al político se le congelaba la sonrisa y quedaba demudado para la historia. Hasta que se inventaron los gabinetes de prensa, esos escudos antimisiles con los que algunos se ahorran al año miles de toneladas de saliva de la que amarga, y con los que se está consiguiendo que los discursos salgan cada vez más floreados, más cubiertos de abono y mierda... Lástima que gente con la cabeza del alcalde de Aracena también le estén cogiendo el gustillo a lo de soltar su peste en la espalda del otro para salir en estampida. Menos monsergas: ampliación de la planta, ¡ya!

Del archivo de EL MUNDO Huelva Noticias

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