Los encuestados
Un destacado periódico trataba de explicar el otro día el enésimo fiasco de las encuestas tras el referéndum del 18 de febrero; el del «inapelable» 63,72 por ciento de abstención ante la reforma estatutaria andaluza (y catalana, si me apuran). Lo hacía, cómo no, con otro costoso trabajo demoscópico, científicamente la mejor herramienta a nuestro alcance para poder conocer la verdad colectiva del momento. El dato más destacable de este esclarecedor sondeo post 18-F era que el 55 por ciento de los consultados aseguraba... ¡haber ido a votar hace un par de domingos a su correspondiente colegio electoral!, sin que el margen de error técnico pudiera asumir ese abismo de 19 puntos sobre los hechos acontecidos, evidentemente. Esta prueba del nueve acerca de la fiabilidad de ciertos estudios invita a recordar que, hace cosa de un lustro, especialistas en nutrición reconocían con amargor la imposibilidad práctica de efectuar una macroencuesta nacional sobre la volumetría de la ciudadanía española, porque se había certificado que, en contra de lo que pasaba con los hombres, las mujeres consultadas tendían a mentir sistemáticamente sobre su edad, altura y peso. A partir de determinada década, los expertos habían comprobado que las féminas españolas pegaban un estirón y perdían kilos y años a una velocidad contraevolucionista que imagino que debe de ser la que, en último término, ha motivado que la ministra Salgado tenga que salir a las calles y plazas de toda España en busca de voluntarias que, medio en bolas, permitan a los rayos equis trazar con exactitud un físico tridimensional que acabe llenando la sección femenina de Zara de faldas, pantalones e incluso dependientas más lozanas. Y todo esto por no entrar en el detalle de esas encuestas sobre lectura que cíclicamente ruborizan a las autoridades culturales. ¿O es que alguien se cree realmente que un 11 por ciento de los españoles lee al cabo del año más de 13 libros por puro placer, sin relación con el trabajo o la educación?... En las últimas elecciones gallegas, Fraga rechazó cada encuesta que se publicaba porque con ese tipo de sondeos pasaba «igual que con la mujer: que si le preguntan con cuántos hombres se acuesta no dice la verdad». ¿Y los tíos?, pregunto. ¿Acaso ellos no mienten sobre sus conquistas y sus tamaños? Es la famosa paradoja de aquel ateniense que dijo que «todos los atenienses mienten», lo cual si es cierto es necesariamente falso, y viceversa. Predecir con 300 llamadas de teléfono lo que al final tiene que ir cerrado en un sobre es una temeridad, pero ya lo tenemos asumido. Porque todos los onubenses mentimos. ¿Verdad?
Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 2 de febrero de 2007
Etiquetas: Otros temas
3 comentarios:
Equlibrado y bien medido artículo.
Se intenta. Gracias de nuevo.
Con las encuestas pasa como con las cifras de asistentes a las manifestaciones convocadas por el PP de Rajoy y su adlátere el Presidente de la AVT. Que, según las cuentas de Esperanza Aguirre, 100.000 se convierten en un millón, 200.000 en dos millones, y 250.000 en dos millones y medio.
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