23 febrero 2007

Sobre el 18-F

Del día del referéndum, me quedo con una de las imágenes del informativo de Canal Sur de sobremesa, dedicado en cuerpo y alma a demostrar que todo el mundo (chirigoteros incluidos; ¡podía faltar!) iba a cumplir con el sacrosanto deber democrático de ir a votar, imagino que por darle un último rempujón al potencial electorado y ver si a alguien le entraba cierto remordimiento cívico ante el plato dominical. En el noticiero intercalaban imágenes de distintos colegios electorales de las ocho provincias, entre ellos uno de Punta Umbría. Y ¡oh, qué casualidad! Al lado de una urna estaba, como quien pasa por allí, no el alcalde de la ciudad costera, el popular José Carlos Hernández Cansino, que evidentemente sí se habría colado de modo inexplicable en la escaleta de la Nuestra, sino el providencial candidato del PSOE a la Alcaldía puntaumbrieña, Gonzalo Rodríguez Nevado, al que desde ya le deseo que no se deje llevar por el sectarismo animal de los de siempre si gana las elecciones (estadísticamente, manejar una mayoría absoluta siempre fue un ejercicio riesgoso para la integridad del ser humano)... Que digan ahora lo que quieran, que unos y otros asuman sin ningún rigor ni vergüenza el no voto de los abstencionistas, pero este tipo de detalles en plena jornada electoral habla a las claras de que ni siquiera la clase política estaba a lo que tenía que estar el 18-F. Todos (PSOE, PP, IU y PA) se han llevado todo el rato mirando con el rabillo del ojo a las municipales. Y encima la reforma estatutaria se impulsó pensando en los comicios generales y autonómicos. Y además los consensos iniciales y postreros respondieron también a esa dinámica. Y así les ha ido, claro... Si a eso le sumas la temeridad del Gobierno andaluz al convocar a las urnas tanto a jóvenes como a segundo residentes un domingo de Carnaval, terminas explicándote que no se haya superado ni de lejos el indigno 40 por ciento de participación, un umbral que no vaticinaba ningún sondeo. El resto es farfolla pura; ganas de hacer más culpable al otro de la desgracia común, soliloquios de una clase política entretenida en crear problemas superestructurales que sólo pueden resolver como los malos estudiantes: copiando li-te-ral-men-te del más listo de la clase, se diga como se diga. «Están por ver los efectos de ese mimetismo. La emulación en la ampliación de derechos sociales va en la buena dirección, y en la mala, la fijación de inversiones del Estado en función de los criterios que sean más favorables a cada comunidad». Palabra de El País (editorial recortable del lunes): ¡alabado sea el Señor!
Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 23 de febrero de 2007

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