Custodio de la memoria histórica onubense
Pocas personas han contribuido de una forma más directa y decisiva a la recuperación de la memoria histórica en los pueblos que integran la Cuenca Minera de la provincia de Huelva que Arturo Carrasco Sánchez, el antiguo auxiliar de los juzgados de Valverde del Camino que fallecía este pasado miércoles.
Arturo Carrasco se la jugó literalmente en el arranque de los 60, cuando desobedeció la orden expresa del Ministerio de Justicia franquista de destruir todos los expedientes de responsabilidades políticas derivados de la Guerra Civil. Asumiendo todos los riesgos (incluso penales), este funcionario los hizo desaparecer de la vista, pero ocultándolos bajo viejos ejemplares del BOE del archivo judicial que sabía que, nadie aparte de él mismo, iba a entreternerse en remover jamás.
Pasaron los años y las décadas, hasta que en 1984, con la Democracia ya felizmente consolidada en España —gracias, entre otros muchos, a él mismo, que fue concejal de Valverde entre 1979 y 1983— informó al alcalde, el socialista Américo Santos, de la pervivencia de todas aquellas pruebas de cargo de que la represión franquista fue mucho más allá de abril de 1939. Los legajos fueron donados al pueblo, que a día de hoy los custodia en un archivo.
En el prólogo de su libro La Guerra Civil en Huelva, Francisco Espinosa reconoce la excepcionalidad de esta documentación salvada por Arturo Carrasco, que le obligó a dar un giro de 180 grados en su investigación, centrada hasta entonces en el período bélico, cuando en realidad muchos habitantes de los pueblos de la zona de la Huelva minera sufrieron más represión en los años posteriores que durante la contienda militar.
Arturo Carrasco se jugó el pellejo porque, como hijo de Venancio Carrasco (uno de los concejales de la II República que estuvo en el Canal de los Presos), era consciente del valor histórico de esos documentos. También porque fue una persona muy comprometida políticamente desde los tiempos difíciles y solitarios de la clandestinidad. Republicano hasta la médula, empezó en el PSOE para terminar fundando en Huelva la mítica ORT, que al final terminaría convirtiéndose en cantera socialista.
Consecuentemente, es obligado reseñar su activismo en la defensa de los derechos de los trabajadores a través del Sindicato Unitario. Aunque quizá su mayor contribución al pueblo de Valverde (a sus habitantes y a las generaciones venideras) sea la recuperación de la Dehesa de Los Machos como bien comunal, a lo cual dedicó más de una década de esfuerzos. El fruto está ahí: 1.000 hectáreas de campo para disfrute de todos.
En los últimos años estaba centrado en los trabajos para la recuperación de la memoria histórica. La asociación andaluza, a la que estaba muy vinculado, le debe la localización de muchas de las fosas comunes que quedan en los campos de la provincia de Huelva. Los documentos audiosivuales que Arturo Carrasco ha legado a la posteridad sin duda garantizarán el éxito de muchas de las exhumaciones que puedan llevarse a cabo en un futuro.
Era una especie de enciclopedia andante del marximo revolucionario, en su vertiente más idealista. Sus posiciones políticas permanecieron inalterables con el paso de los años. Ni la caída del muro de Berlín ni el descubrimiento de las atrocidades cometidas por los aparatos comunistas al otro lado del Telón de Acero hicieron mella en las convicciones de un hombre que llegó incluso a integrarse en las guerrillas revolucionarias de la selva centroamericana.
Con todo, si por algo se destacaba Arturo Carrasco, más allá de sus fijaciones políticas, era por su enorme humanidad. Una anécdota resume muy bien su talante: hace ya unos cuantos años, en una noche de perros de las que hacen época, fría y lluviosa como muy pocas se recuerdan, cogió su furgoneta, el paraguas y la linterna y se pasó las horas acompañando entre lágrimas a un animal enfermo que estaba muriéndose en su casa de campo. Ése era Arturo Carrasco.
Arturo Carrasco se la jugó literalmente en el arranque de los 60, cuando desobedeció la orden expresa del Ministerio de Justicia franquista de destruir todos los expedientes de responsabilidades políticas derivados de la Guerra Civil. Asumiendo todos los riesgos (incluso penales), este funcionario los hizo desaparecer de la vista, pero ocultándolos bajo viejos ejemplares del BOE del archivo judicial que sabía que, nadie aparte de él mismo, iba a entreternerse en remover jamás.
Pasaron los años y las décadas, hasta que en 1984, con la Democracia ya felizmente consolidada en España —gracias, entre otros muchos, a él mismo, que fue concejal de Valverde entre 1979 y 1983— informó al alcalde, el socialista Américo Santos, de la pervivencia de todas aquellas pruebas de cargo de que la represión franquista fue mucho más allá de abril de 1939. Los legajos fueron donados al pueblo, que a día de hoy los custodia en un archivo.
En el prólogo de su libro La Guerra Civil en Huelva, Francisco Espinosa reconoce la excepcionalidad de esta documentación salvada por Arturo Carrasco, que le obligó a dar un giro de 180 grados en su investigación, centrada hasta entonces en el período bélico, cuando en realidad muchos habitantes de los pueblos de la zona de la Huelva minera sufrieron más represión en los años posteriores que durante la contienda militar.
Arturo Carrasco se jugó el pellejo porque, como hijo de Venancio Carrasco (uno de los concejales de la II República que estuvo en el Canal de los Presos), era consciente del valor histórico de esos documentos. También porque fue una persona muy comprometida políticamente desde los tiempos difíciles y solitarios de la clandestinidad. Republicano hasta la médula, empezó en el PSOE para terminar fundando en Huelva la mítica ORT, que al final terminaría convirtiéndose en cantera socialista.
Consecuentemente, es obligado reseñar su activismo en la defensa de los derechos de los trabajadores a través del Sindicato Unitario. Aunque quizá su mayor contribución al pueblo de Valverde (a sus habitantes y a las generaciones venideras) sea la recuperación de la Dehesa de Los Machos como bien comunal, a lo cual dedicó más de una década de esfuerzos. El fruto está ahí: 1.000 hectáreas de campo para disfrute de todos.
En los últimos años estaba centrado en los trabajos para la recuperación de la memoria histórica. La asociación andaluza, a la que estaba muy vinculado, le debe la localización de muchas de las fosas comunes que quedan en los campos de la provincia de Huelva. Los documentos audiosivuales que Arturo Carrasco ha legado a la posteridad sin duda garantizarán el éxito de muchas de las exhumaciones que puedan llevarse a cabo en un futuro.
Era una especie de enciclopedia andante del marximo revolucionario, en su vertiente más idealista. Sus posiciones políticas permanecieron inalterables con el paso de los años. Ni la caída del muro de Berlín ni el descubrimiento de las atrocidades cometidas por los aparatos comunistas al otro lado del Telón de Acero hicieron mella en las convicciones de un hombre que llegó incluso a integrarse en las guerrillas revolucionarias de la selva centroamericana.
Con todo, si por algo se destacaba Arturo Carrasco, más allá de sus fijaciones políticas, era por su enorme humanidad. Una anécdota resume muy bien su talante: hace ya unos cuantos años, en una noche de perros de las que hacen época, fría y lluviosa como muy pocas se recuerdan, cogió su furgoneta, el paraguas y la linterna y se pasó las horas acompañando entre lágrimas a un animal enfermo que estaba muriéndose en su casa de campo. Ése era Arturo Carrasco.
Arturo Carrasco nació en Los Marines (Huelva) el 29 de diciembre de 1934 y falleció el pasado día 26 en Valverde del Camino.
Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 28 de noviembre de 2008
Etiquetas: Otros temas, Valverde
2 comentarios:
Hace unos días me llegó una carta que mecanografió con su vieja máquina de escribir dándome las gracias, gracias a él y a su manera de ser.
Esta feria estaba solo sentado junto a una hamburguesería , decía que no aguantaba el volumen de la caseta. Estuve un ratillo con él.
Cuando alguien se va, te acuerdas de lo último vivido con esa persona.
No sé, Manolo, pero citar como ejemplo de humanidad su comportamiento con un animal, parece un sarcasmo. A lo mejor hay otros ejemplos de acompañamiento a personas en situación de dificultad que citar, digo yo.
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