09 diciembre 2010

Domínguez/Cayuela

La entrada firmada ayer contra Manolo Cayuela por Pedro Domínguez en su blog personal, Carta de ajuste, marca un antes y un después en la (bonita cadena de pleonasmos voy a hilvanar ahora mismo) estúpidamente salvaje cuasiguerra civil desatada en el ciberespacio valverdeño, este absurdo portón en medio del campo más vasto que uno pueda imaginarse tras el que tantas peleas de perros se llevan disputadas (sin dinero de por medio; pelear por pelear) en las últimas semanas, meses, años si quieren.
Pedro, poniendo su nombre y apellidos por delante, no se para en barras y atribuye indubitadamente la autoría de los comentarios anónimos más procaces publicados en la web esvalverde.com a Cayuela, al que pone como chupa de dómine sumándole insultos y delitos.
Les sugiero, a todos, que reparen en un detalle, sospecho que bastante más revelador que casual: a Pedro le aplauden a rabiar por su ataque a Manolo la mayoría de los anónimos; pero todos los que damos la cara, los que siempre firmamos nuestros comentarios, coincidimos en que está cometiendo un error, y grave. Digo yo que por algo será, ¿no?

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07 diciembre 2010

Lección bolivariana


El zalameño Manuel J. Florencio publicó hoy en El Mundo, con datos facilitados por la patronal, que la deuda vencida (no la total, sino la ya exigible judicial y directamente por vía ejecutiva) del Ayuntamiento de Valverde para con las empresas de limpieza que se encargan de la recogida de basuras ascendería en estos momentos a 2,3 millones de euros tras casi ocho años demorando los abonos.
Eso significa que del primer al último valverdeño, desde el nonagenario al recién nacido, deben cada uno 181,18 euros por el vaciado diario de los contenedores grises, verdes, azules y amarillos durante la última década, y eso que muchos de los que están y otros cuantos que emigraron o se fueron para siempre apoquinaron religiosamente de su bolsillo, año tras año (qué remedio), las tasas correspondientes para pagar por ese servicio.
En el ínterin, porque aquí somos de izquierdas pero de izquierdas, recuerden que nuestros responsables municipales han sido previsores como pocos y han arrebatado la gestión de los residuos y del agua al capital privado ga-ran-ti-zan-do, pese a la roncha, que el camión mancomunado de la basura no nos deje de lado en su ruta preelectoral. Así pues, que sigan aguardando su turno en el banco de la paciencia esos especuladores del detritus, que se han querido lucrar ni más ni menos que con la basura soberana de un pueblo, ¡¿habráse visto?!
Hugo Chávez no lo habría hecho mejor.

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17 octubre 2010

Contrastes

La política oficial de desmentidos del Ayuntamiento de Valverde y/o del grupo municipal socialista sigue dejándome patidifuso. Podíamos sospechar que se había tocado fondo cuando hace un par de veranos tardaron no sé cuántos días en negar que se hubieran utilizado facturas falsas para abonar cierta comilona feriante, pero ya se sabe que el ser humano es un animal extraordinario por esa tendencia tan suya a tropezar reiteradamente en la misma piedra, del mismo modo que es cierto que, al que toca fondo, siempre le quedará techo hasta donde llegar.
Un periodista de la capital bueno como el pan, Mario Asensio, citando expresamente fuentes cercanas al PSOE, reveló días atrás que a Francisco Rodríguez Donaire, alcalde accidental valverdeño durante este mismo mandato, le están dejando sin poder como hacen los niños más sádicos o inconscientes con las arañas: arrancándole una a una las patitas de cuajo. Que sí, que en los papeles figurará como concejal de no sé cuántas áreas y que se le mantiene como portavoz del grupo municipal, pero que su vis política es ya historia resulta tan innegable como que ayer ganó mi Betis güeno.
Pues bien, ni el aludido, ni el PSOE, ni el Ayuntamiento, ni absolutamente nadie sale a desmentir la información, que como tal se publica porque no es otra cosa: no es una tribuna de opinión, no es ninguna especulación atrevida sobre cómo pueda verse afectado el futuro político de Paco Rincón tras la salida de Pepe Cejudo de la Alcaldía y la llegada al poder de Miguel Ángel Domínguez. No. Es una noticia. Y los periodistas sabemos que el que da una noticia no se inventa nada, porque cuenta hechos. Si acaso se confundirá, o lo contaminará la fuente de la que beba, pero una cosa es ésa y otra bien distinta mentir, una suerte en la que convendremos que son especialistas los políticos en general. Suelo decir, y lo mantengo aquí, que las grandes mentiras que dicen los periódicos van todas entrecomilladas: son declaraciones de dirigentes de PSOE, PP, IU... a los que les da exactamente igual estar en el poder que en la oposición a la hora de faltar públicamente a la verdad. Mienten más que hablan. Y no es que destaquen por darle poco al pico precisamente.
¿Por qué les cuento todo esto? Porque ha habido y aún hay un encendido debate en torno a la veracidad o falsedad de lo publicado hace unos cuantos días en la edición onubense de El Mundo. Debate en el que se está llevando guantadas internáuticas un chaval que lo único que ha hecho es hacerse eco en su voluntarioso blog del contenido de la información publicada en aquel periódico. ¿Y se le puede acusar a él por ello de mentiroso? A mí me parece de locos, pero es que aquí basta con ir de avispa para poderle clavar aguijones a quien te apetezca y cada vez que te plazca. La blogosfera local lleva hecha una pocilga auténtica desde hace ya bastante tiempo, pero lo que faltaba ya era ese panal oficialista desde donde se le exige (con mala baba de pitbull) a un tipo que lo único que ha hecho, insisto, es hacerse eco de una noticia ajena en su blog personal, que la "contraste".
¡Hasta ahí podíamos llegar! Que contraste el periodista, ¿no? Y todos los desmentidos, que se dirijan al periódico y al redactor, ¿verdad? Es que eso es el abecé de la comunicación escrita. Antes se hacía. A mí por ejemplo, cuando trabajaba en Huelva, me llamó un día Rodríguez Donaire en persona para quejarse amargamente porque en una Lupa habíamos contado que él, allá por 2003, después de cerrado el 'pacto de progreso' a nivel local, le había dicho a alguien en una conversación de bar que a él el PSOE iba a terminar ofreciéndole ir en las listas electorales de 2007, exactamente igual que habían hecho los socialistas con Manolo Guerra en Aracena. Paco me negó que él se hubiera ufanado ante nadie de semejante cosa, y yo le contesté que claro que lo había hecho, al menos ante una persona, porque esa persona era la que me había dado pelos y señales de aquella conversación que, pasados los años, da hasta repelús.
Ahora no. Cuando alguna información afecta al Ayuntamiento, ni el afectado ni sus compañeros de grupo ni el gabinete de comunicación se inmutan, pero sí se sacude un enjambre y sale presta la inquilina a hacer pupa al que pueda. ¡Con lo lucida que habría sido una buena rueda de prensa de las de antes, con todo el equipo de gobierno socialista escoltando a Rodríguez Donaire y negando la mayor: que lo han dejado sin firma ni ganas de seguir! Más aún: ¿queréis soltarle un verdadero tapabocas a 'la Caverna'? Pues lo mejor es que, en esa misma comparecencia pública, Miguel Ángel acabe diciendo que cómo va a prescindir él de un tío como Paco, con lo importante que ha sido, es y será su contribución al gobierno municipal. Y justo en ese momento, para que Radio Valverde recoja y martillee con el corte a las extremas derechas multiplicadas, que añada el regidor: "Conmigo, este señor siempre irá en los cinco primeros puestos de la lista del PSOE". ¡Zas!, en todos los morros. Es que tiene muchas castañas que, a estas alturas, ciertos profesionales pequen de amateurismo. Y eso se ve en muchos detalles. Por ejemplo: ¿a quién se le ocurre (con la que está cayendo) poner, en el perfil de Facebook del grupo municipal socialista, una foto donde no figura Paco Rincón? ¡Ni Garzón ni nada, que a ver si se nos va a terminar recabreando el aludido!, ¿no?

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29 septiembre 2010

Concejalía de Los Pinos

No lo digo ahora porque la popular Loles López Gabarro se esté probando la mantilla para ir al coso taurino en la mañana del próximo sábado del brazo de Javier Arenas a presentar armas a ocho meses de las elecciones municipales. Muy al contrario, lanzo la idea para el primero que la quiera coger y plantársela en el pelo. Igual me la compra antes el PSOE de Valverde, que sigo pensando que llevará las riendas municipales hasta mediados de la década y que es quien puede ejecutar antes esta ocurrencia mía, aunque ya se sabe que mi olfato político es cualquier cosa menos infalible.
Loles o Miguel Ángel Domínguez ganarán puntos si garantizan —o si la crea el segundo sobre la marcha— una concejalía específica de Los Pinos, dedicada única y exclusivamente a resolver problemas de sus asociados vecinos y a intermediar en cada conflicto presente o futuro. Si el PP anda espabilado, lo puede proponer con salva de aplausos en su macromitin sabatino, y les saldría técnicamente un redondel (muy apropiado en medio de un coso taurino) si anuncian que quieren estudiar concienzudamente las reformas reglamentarias necesarias para procurar que esa nueva plaza de gobierno la ocupe no un político, sino algún portavoz independiente vecinal que ni siquiera deba integrar la lista electoral de los populares para ser el designado finalmente.
Por si no lo saben, yo les cuento que hace unos pocos meses, el Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, remitió un informe al Parlamento autonómico denunciando la escasa participación cívica que permiten los ayuntamientos democráticos en su gestión directa. ¿Se le ocurre a alguien mejor fórmula política para implicar a la sociedad civil que darle voz en los plenos municipales a aquellos colectivos que se quejan de que absolutamente nadie se hace eco de sus lamentos? Eso sí que es profundización democrática, y no las cesantías con las que se blindó salarialmente la clase política regional y que ambicionan muchos representantes municipales.
Si López Gabarro promete mover cielo y tierra hasta que puedan tomar la palabra en las sesiones plenarias del Ayuntamiento valverdeño desde los vecinos de Los Pinos hasta los comerciantes de la plaza de abastos, va a sumar unos cuantos puntos ante la opinión pública. Sobre todo porque asumiría la iniciativa política y así obligaría a los demás a posicionarse al respecto, lo que en el argot de la calle se define gráficamente como 'ir chupando rueda'. Aunque quizá le gane la vez el PSOE: bastaría que Miguel Ángel pegue un telefonazo a su homólogo almonteño, Paco Bella, para que éste le cuente lo bien que le va con su concejal de Matalascañas, aunque sólo sea por lo socorrido que resulta siempre tener un pararrayos cuando se desata cualquier tormenta vecinal.

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17 julio 2010

Las cuentas de la vieja valverdeña


No hace falta entender ni aplicar la Ley D'Hont para darse uno cuenta de que, si sólo concurren dos listas a unas elecciones municipales, la mayoría absoluta puede depender perfectamente de un minúsculo voto.
Como IU de Valverde no es el ave Fénix y el voluntarioso Antonio DS se cortará la coleta tras cuatro años de coordinación local, salvo sorpresa mayor el 22 de mayo habrá nada más que dos papeletas, una encabezada por Miguel Ángel Domínguez (PSOE) y otra por Loles López Gabarro (PP).
Para ganar unas elecciones valverdeñas, los socialistas han demostrado en reiteradas ocasiones que resulta imprescindible rebasar el listón de los 3.000 votantes. ¿Y tiene a mano la parlamentaria popular duplicar sus resultados? En 2007, el Guti sacó 1.503 votos. Para el PP, ya sería todo un éxito superar la barrera psicológica de los 2.000 electores. Con mil más, nos vemos al Barri en la madrugada del 23 de mayo camino de la fuente abriendo paso a la Banda del Tirachino.
Pepe Cejudo obtuvo 4.351 votos hace tres años y pico. Casi 2.000 le pueden sobrar a Miguel Ángel para retener la mayoría absoluta. Hay 17 concejales en liza, así que con nueve te vale. El PP, que tiene ahora mismo cuatro, ¿no se daría con un canto en los dientes multiplicando por dos su representación? Claro que sí; pero eso significa diez concejales para el PSOE, mayoría absolutísima, y a mí me da en la nariz que el trecho va a ser mayor.
La única razón para el sonrojo del candidato socialista sería obtener la Alcaldía con menos de 3.000 votantes. No obstante, la crisis económica y el desgaste de Zapatero juegan de excusas perfectas para no asumir su cuota de responsabilidad ante el desencanto político generalizado que se experimenta en estos momentos en mi pueblo.

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13 julio 2010

Domínguez Zapatero se cita con Rajoy Gabarro

"Lo primero que voy a hacer es reunirme con López Gabarro para intentar consensuar los temas de Estado". La perla la ha soltado esta mañana por las ondas herzianas Miguel Ángel Domínguez, alcalde valverdeño con hechuras de presidente del Gobierno. Respondía así a una pregunta de Pepe Bravo, al que imagino más sonrosado de lo habitual y tratando de conservar el rictus de director de Radio Valverde. Es de sospechar que el inolvidable Antonio Rico habría sabido lidiar mejor (la memoria como muleta y la retranca de estoque) esa 'cumbre de líderes' locales de la que depende el futuro de todo un país, incluidas islas y ciudades autónomas. Yo me limito a extractarles lo más destacado del tradicional salto a la fama, que por lo que se ve se ha adelantado un mes en el calendario y no todas las peñas estaban al tanto.

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10 julio 2010

Recuento de alcaldes

Coinciden las crónicas de la prensa provincial en que Miguel Ángel Domínguez va a ser el tercer alcalde en la historia democrática del Valverde postconstitucional. Pero cuando se precisa hay que ser especial y necesariamente precisos, de modo que habrá que recordar que en este mismo mandato ha estado Paco Rodríguez Donaire unos cuantos meses ocupando la Alcaldía, por la enfermedad felizmente superada por Pepe Cejudo; como tampoco se puede olvidar en los recuentos la figura de Manuel Eugenio Romero, quien a principio de los 90 antecedió a Cejudo en la presidencia del Ayuntamiento valverdeño como sucesor de Américo Santos. A partir de ahí, siempre me faltarán dedos en la mano para ampliar los reconocimientos.

¿Que ni Paco ni Manuel Eugenio pasaron por el tamiz electoral? Pues que yo sepa tampoco se ha visto en ésas de momento Miguel Ángel, y nadie va a poner en duda que va a ser el legítimo alcalde a todos los efectos, como pronto hasta la próxima primavera. Planteemos un paralelismo: si Pepe Griñán perdiera las elecciones autonómicas de 2012, ¿alguien podría descontarlo de la lista histórica de presidentes de la Junta de Andalucía? Que nadie le niegue su lugar en la Historia a Paquito Rincón. Sin él, está muy claro que nada habría sido igual...

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21 mayo 2010

Ex aequo

Ya puestos, además de al unánimemente suspendido magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, ¿por qué no nombrar hijo adoptivo de la noble villa de Valverde del Camino al juez de Familia de Sevilla Francisco Serrano? La pregunta se la podría haber hecho a Pepe Cejudo el otro día en el pleno municipal la portavoz del PP en el Ayuntamiento, Loles López Gabarro (a la que algunos luceros del alba critican políticamente por estar en el Parlamento andaluz y no comiendo buñuelos cada domingo en Raboconejo; ahí llega el nivelito internáutico...), pero a lo mejor la diputada autonómica no adolece de falta de espabilo, sino de una excesiva corrección política.
Serrano, el juez que cada vez que puede pone de vuelta y media la Ley Contra la Violencia de Género y a la militancia feminista más radical, también estuvo de paso por los juzgados valverdeños y conserva amistades eternas en el pueblo. ¿Por qué no un galardón ex aequo a los jueces más voluntariosamente mediáticos del país? Así, garantizaríamos más atención nacional e internacional a nuestra feria de agosto, y queramos o no eso implica más negocio para las casetas en tiempos de crisis, y eso significa familias locales llegando con menos apuros a fin de mes. Piénsenlo un poco, en serio. El jaleo siempre reparte dividendos.
Y el año que viene, si les parece a ustedes bien, propongo otra condecoración: para todos los jueces discretos y trabajadores que han pasado por Valverde a lo largo de las décadas y que absolutamente nadie se acuerda ya de ellos. Ahora bien, admito que a ese ritmo a ver qué premio se nos ocurre para gente como don José María Requena, ¿verdad?, con tantas raíces echadas.

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05 mayo 2010

La Ley de Amnistía según Valverde

«La primera pintada que se hizo en Valverde fue pidiendo 'Libertad para Garmendia y Otaegui', curiosamente dos etarras». Me lo contaba el otro día Manuel Eugenio Romero, mientras le pedía yo algunos datos esenciales de la biografía política de mi padre durante la clandestinidad antifranquista para poder cumplimentar la solicitud de la Fundación Pablo Iglesias, donde andan armando un megadiccionario biográfico del socialismo español, por lo que le mandaron una amable carta a mi madre reclamando nuestra colaboración.
Manuel Eugenio me precisó que fue el 31 de diciembre del 75 cuando se realizó la primera manifestación político-callejera en décadas. Desde el pie de la torre hasta el Valle de la Fuente, unos cuantos socialistas y comunistas (veinteañeros en su mayoría) fueron desfilando cogidos del brazo al grito de «¡Amnistía y libertad!». El municipal de guardia en el Ayuntamiento creyó que eran chavales que iban a una queda navideña. Las Manzanas, más avispadas que el policía, salieron de su tienda para gritar «¡Abajo los precios, arriba los salarios!».
Lo cuento porque, ahora que se debate tanto sobre la vigencia y la oportunidad de la Ley de Amnistía, quizá sea bueno recordar quiénes y por qué la pidieron en su día. O las intenciones penales de los que se opusieron a la misma, claro está. Porque me temo, entre otras cosas, que esta infeliz controversia se recrudecerá cuando cualquier año de éstos a ETA se le acaben la dinamita, los comandos y la desvergüenza y sus portavoces reclamen en una mesa de negociación que se les abra la celda a condenados con mucha sangre inocente a sus espaldas y 20 años de prisión pendiente. Y me da a mí que habrá quienes, desde la izquierda más exquisita, apuesten entonces por nuevas leyes de amnistía; a saber con qué legitimidad moral si valoramos algunos pronunciamientos recientes.

P.D.: A lo más impertérritos les recomendaría la última novela de Cercas, Anatomía de un instante. El autor mantiene a la largo del texto que la generación de su padre renegó a la Justicia y pasteleó con el facherío una componenda antidemocrática. Pero justo antes de poner el punto y final, el escritor admite que, a buen seguro, tanto él como yo lo habríamos hecho mucho peor que nuestros progenitores.

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21 abril 2010

Minuto y resultado (política valverdeña)

Pocos lugares tan propicios para abordar los pormenores de la política valverdeña como el Ewing de bote en bote un domingo a primera hora de la tarde. ¿Se dan las condiciones para que el PSOE vuelva a perder la mayoría absoluta en las municipales de 2011, ocho años después del petardazo de IU? Hay gente académica que lo da por hecho. En este sentido, volverían a ser decisivos los vecinos de Los Pinos, un grupo muy consciente de sus derechos (que exigen con brío) aunque no tanto de sus deberes.
Luego está el problema de la asfixia económica municipal, que desde luego va mucho más allá de la crisis financiera mundial y Bush/Satán. Bastaría con comparar el peso que soportaba en nóminas el Ayuntamiento a principios de los 90 con el que asume actualmente, y a mí que no me venga nadie con las demagogias de que si creo que mi pueblo no necesita o no se merece un segundo pabellón, una piscina pública o un auditorio. La cuestión es si puedo pagarlo: si me permito tener un Ferrari aparcado en la puerta sabiendo que no me llegará a fin de mes para pagar la letra del coche y un garaje. Y les recuerdo a los impertinentes más osados que no fue un servidor precisamente, sino todo un primer teniente de alcalde y luego alcalde accidental, quien defendió no hace mucho el aeropuerto provincial para Valverde que a ver dónde se posa final y locamente (yo prefiero el metro para asomarme a los riscos, la verdad).
Más factores: la irrupción política de la abogada Loles López Gabarro. «¡Coño con la mosquita muerta!», se le escapó a un componente de la corporación municipal hace siete años, tras el estreno como oradora ante el pleno del Ayuntamiento de la ahora parlamentaria andaluza del PP. La gente de la calle, que mayoritariamente vota PSOE, no entiende el descuido de la cantera socialista, que lleva a que la nueva cara que más empuje político está recibiendo sea de la oposición. Aparte, nadie debería olvidar que la gente necesita cercanía y comprensión del responsable público, y eso López Gabarro lo ha captado a la primera. ¿Sabrá la candidata popular customizar su mensaje al gusto del votante de izquierdas, claramente mayoritario en Valverde? Ésa puede ser la clave de su éxito.
Pero mi teoría es otra. No veo el cambio político a la vuelta de la esquina. Creo que el PSOE está en disposición de renovar la mayoría absoluta; siempre y cuando, eso sí, no meta la pata hasta el corvejón, como ya hizo en las municipales de 2003 a cuenta del catastro en Los Pinos. En chiste ya lo voy diciendo por ahí, a ver si llega y cala: a Cejudo puede bastarle con borrar de la lista electoral a Paco Rodríguez Donaire para asegurarse muchos votos decisivos. Si además se presentara oficiosamente por última vez, identificando claramente un sucesor digno de la confianza del respetable, miel sobre hojuelas. Y no te digo nada si se logra otro adelanto milagroso de Gestión Tributaria para regularizar las nóminas a partir de diciembre o si el próximo invierno es sequito cual arenque y no hay quien se tenga que dejar el coxis y el coche en esos carriles intransitables del pinar.

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16 marzo 2010

Valverde y Garzón

El Ayuntamiento de Valverde del Camino, el mismo al que el juez Baltasar Garzón culpó en su día de su marcha de este pueblo andevaleño, ha aprobado una moción de apoyo al magistrado de la Audiencia Nacional tras la sucesión de querellas que amenazan con alejarlo por un tiempo de la carrera judicial. Han votado a favor los 12 concejales del PSOE, se han abstenido los cuatro del PP y la edil de IU hizo mutis por el foro.
A principios de los 80, se adoptó la decisión de mantener cerrada a cal y canto la casa construida con fondos propios para alojar a los jueces que fueran destinados a Valverde en tanto en cuanto el Ministerio de Justicia no se dignara a reintegrar al erario municipal los costes soportados. Con tanto ahínco reclamó las llaves Garzón que a sus amistades más íntimas les fue en su adiós con la pena de que se iba de Valverde por culpa del Ayuntamiento.
Pero aquello no fue ninguna cacicada. Más bien todo lo contrario: la decisión también se sometió a la consideración del pleno municipal, el mismo que sale ahora en auxilio político del «juez campeador», como le denomina alguien tan poco sospechoso como Miguel Ángel Aguilar. Sólo detecto una diferencia, que para algunos sonará sutil: lo de negarle a Garzón el piso del juez se aprobó por unanimidad, aun estando en el Ayuntamiento gente ideológicamente muy dispar. Nadie se quedó en casa ni votó en blanco. Y es que, en los albores de la democracia, ni se podía sospechar el encanallamiento al que llegaría la cosa partidaria en apenas tres décadas.

P.D.: Resulta ciertamente conmovedor descubrir en las webs a Paco Rincón (el tránsfuga de IU Francisco Rodríguez Donaire para los no iniciados en política valverdeña) denunciando que el imputado lo está «por abrir una causa general contra el franquismo». ¡Como si ése fuera el único frente abierto! Pero aparte: ¿es que acaso era viable tal ensoñación?

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11 marzo 2010

Un profeta

¿Recuerdan cómo le cayó la del pulpo al antiguo ministro de Fomento Francisco Álvarez-Cascos cuando anunció para 2020 el desdoble de la nacional 435?
Eran los años de la confrontación Gobierno-Junta de Andalucía, cuando todas las administraciones socialistas decían o más bien gritaban que era para hoy la transformación de la carretera de la Cuenca Minera en autovía.
Ningún dirigente provincial del PP se atrevía por entonces a argumentar, como ha hecho posteriormente Mario Jiménez, que los kilómetros de alquitrán no son piezas de Lego: lo habrían pasado a cuchillo.
Falta menos de una semana para que se cumplan seis años de la retirada del cartelón del Ayuntamiento de Valverde exigiendo exclamativamente el desdoble. También en Villa Piltrafas, demostrándose la plena connivencia de la sociedad civil andevaleña.
Tendría arte que la obra se ejecutara según los cálculos de Álvarez-Cascos, ¿verdad? Pues tiene toda la pinta. Pinta chunga y pinta chusca, claro. Lo confirma un estafado.

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08 marzo 2010

En tierra hostil

Cuentan las crónicas que Mario Jiménez se ganó la ovación del respetable cuando dijo, en el cónclave socialista valverdeño para elegir a los compromisarios del congreso regional que arranca el viernes próximo, la siguiente frase textual: «Si algún compañero, ya sea alcalde, alcaldesa, concejal..., recibe alguna llamada de su pueblo por alguna que otra incidencia provocada por las intensas lluvias, que se levante con toda la confianza del mundo y se dirija a su localidad. El PSOE es muy importante, pero más importante para nosotros son los ciudadanos y ciudadanas de esta provincia».
Más aplausos pudo cosechar en esta misma plaza si hubiera recomendado lo siguiente: «Si algún compañero, ya sea alcalde, alcaldesa, concejal..., recibe alguna llamada de su pueblo por alguna que otra incidencia provocada por lluvias, que responda que está en Valverde y que aquí sí que diluvia cada dos por tres, como demuestran las fotos y el pluviómetro de Salvador Vázquez. Y lo verdaderamente importante para nosotros es poder salir a la tarde con el coche, como no pueden hacer muchos ciudadanos y ciudadanas de esta noble villa». De escala Richter habría sido la jarana.
Por lo demás, reparen en el detalle de la foto del enlace al periódico Odiel: lo bien situado que permanece a estas alturas del film Juan Pomares, el secretario general del PSOE de Punta Umbría al que tan gallardo se le oía renegociando concursos públicos municipales en la grabación sub iudice del 'caso Ibercons'.

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27 septiembre 2009

De tratamiento

«¿Kafka? ¿Y quién coño es Kafka?», replicaba Agustín González —con su voz carrasposa e hiperrealista— a los sueños literarios de Gabino Diego en Los peores años de nuestra vida, la divertida película de Emilio Martínez Lázaro. La escena vuelve a mi cabeza al leer el buñuelo editorial de Valverde 15 Días, donde tras aludir al periódico El Mundo se afirma que «ningún medio serio se ha hecho eco hasta el momento de la acusación» sobre la mariscada supuestamente celebrada y presuntamente justificada con una factura falsa y chapucera de un escayolista. Freud tendría alguna explicación sensata para asimilar esta negación de la negación (de inspiración chavesiana; la originalidad no existe). Aunque quién coño será el tal Sigmund Freud, claro.
Dos detalles más fuerzan mi carcajada. Copio y pego: «Lo único que cabe reprocharle a un concejal blanco de las dianas del ataque son sus palabras hacia un gráfico de El Mundo». El periodista se autoimpone la concreción. 'Hijoputa' es palabra, pero mejor definirla como insulto, y que cada cual lo gradúe.
Segunda cuestión: el tratamiento falsamente familiar al empresario «Manolo» Vázquez (desde su foto en portada con la mascarilla de infeccioso, algo perfectamente denunciable por vía judicial), un trato que resulta contradictorio como poco con el «Don» que se le asigna a José Antonio Mantero Rosario en el apoyo de la página tres, donde se destaca la que será la primera comisión de investigación de la era moderna del Ayuntamiento de Valverde (contra un ex concejal del PP; guau).
Permítanme una recomendación, entre colegas: aúnen criterios, porque una verdad la suelta cualquier día el porquero de Agamenón. Y entonces qué.

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24 septiembre 2009

Introspección (VIII): la chincheta de Jacinto

Allá por sexto o séptimo de básica, las chinchetas empezaron a multiplicarse y hacer estragos en nuestras sufridas posaderas. Rara era la mañana o la tarde en que ibas a sentarte a tu sitio y algún “compañero” no te había dejado alguna tachuela en la silla con el disimulo propio de un espía soviético. Y una de dos: o la veías y la retirabas a tiempo, justo antes de perder la verticalidad (luego tratabas de endosársela a otro más incauto que tú en la siguiente hora), o coordinabas el respingo y el alarido con alegría y vigor ante el profesor de turno, entre las sordas risillas del anónimo chinchetero y del resto de la cuadrilla.
Como distribuidor de chinchetas descollaba en nuestra clase el campeón motero David Malavé, alias el Coco, miembro de esa saga de especialistas en chacina que, con mucho trabajo y más esmero, han logrado probablemente el mejor salchichón ibérico del mundo. Al otro lado de la balanza quedaba el bueno y noble de Jacinto Batanero, portador de uno de los pompis más sufridos de mi curso. Un día llegaron a plantarle tres o cuatro chinchetas juntas, un hecho intolerable que le obligó a soltar primero un grito apocalíptico y a jurar después venganza. Y, entre ceja y ceja, a Jacinto se le metió aquel espigado niño de pelo enrulado que llevaba siempre puesto su eterno pantalón de chándal (justa o injustamente, porque vete tú a saber si en verdad era el Coco quien le había dejado el asiento listo para fakires).
Así las cosas, el menor de los hermanos Batanero empezó a recopilar objetos punzantes en cada recreo para terminar plantándoselos en la silla al compañero Malavé, con la única idea de dejarle el culete hecho un colador. Pero ya se sabe que el enemigo nunca duerme, de modo que el mencionado se cuidaba muy mucho de revisar minuciosamente sus aposentos cada vez que comenzaba una clase y tenía que buscar respaldo.
Frustrado el plan A, a Jacinto no le quedó más remedio que improvisar un heterodoxo plan B. Juro que ese día casi me muero de la risa: charloteábamos de pie unos cuantos en un recreo, entre ellos el Coco, que estaba de lo más tranquilo y risueño con los brazos cruzados, y de repente suelta un «¡Aaaaaaaaah!» monstruoso, se da media vuelta y allí se encuentra con la sonrisa justiciera de Jacinto, que ni corto ni perezoso le acababa de clavar directamente una chincheta en una nalga ayudándose con el pulgar, sin anestesia, como quien aprieta un timbre.
«¡So bestia! ¡¿A quién se le ocurre?! Encima, ¡mira cómo está de herrumienta la chincheta...! A ver si no me tienen que poner la inyección del tétano... Creo que me ha hecho hasta sangre», protestó David mientras Batanero, con ese vozarrón que Dios le dio, enumeraba viejas afrentas y amenazaba con volver a aguijonear al culo del Coco si otro chinchetazo volvía a hacerle brincar a él en su silla.
«¿De qué os reís? Porque no tiene ninguna gracia...», nos reprochaba el pequeño Malavé dolorido. Me pregunto si hoy día seguirá opinando lo mismo.

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22 septiembre 2009

Introspección (VII): pubertad incompleta

Regresemos a los jardines sin vallar de la infancia, ahora desde una perspectiva entre crítica y picarona. Me vi abocado a renunciar inconscientemente a lo mejor de mi pubertad por la dichosa costumbre de mi madre de no ver telenovelas hasta que Televisión Española no empezó en esta década a emitir Amar en tiempos revueltos, que la tiene medio enganchada. Puedo acreditar que Mari Carmen la de Pérez Caro fue de las pocas que no vio ni Topacio ni Abigaíl, de modo que, allá por séptimo u octavo de básica, me perdí todos y cada uno de los capítulos de Doña Beija, un culebrón brasileño que hacía las delicias del resto de mujeres valverdeñas y de sus ya no tan impúberes retoños.
Yo tenía la no sé si muy sana costumbre de volver recién comido camino del Menéndez y Pelayo a jugar al futbito antes de comenzar las clases de la tarde. Pero, durante el curso que coincidió con la emisión de la mítica serie, tenía que jugar con niños más pequeños, porque la práctica totalidad de mis compañeros de aula se hacían los remolones y apuraban al máximo el reloj antes de asomarse por el colegio. Nada más llegar, entre que sonaba la sirena y se presentaba el maestro, se formaban todas las tardes improvisados corrillos donde siempre se reiteraban los mismos chismorreos. «¿Habéis visto hoy Doña Beija? Ay, mamá... Hoy se le ha visto todo...», soltaba uno marcándose las partes pudendas con más exageración que desvergüenza. El resto asentía y yo, consecuentemente, me cagaba en mi mala suerte, porque tanta unanimidad resulta hasta discriminatoria.
Imagínense cómo fueron de frustrantes mis almuerzos a partir de entonces. Me quedaba más de una tarde a ver si guipaba algo con lo que presumir ante el resto de coetáneos, pero la secuencia de los hechos era tal que así: mi padre imponía el Telediario para empezar, llegaban luego Maldonado o Montesdeoca a explicar tanto calor o las próximas lluvias, pasaban algunos anuncios y, en cuantito salía el cartel de Doña Beija y empezaba a sonar la musiquita brasileira, mi madre apagaba la tele o mi padre plantaba la segunda cadena, que yo no sé si echaba ya toda suerte de bichos africanos o tropicales a esa misma hora. Así que no me quedaba otra que recoger de nuevo la mochila y subir al Grupo Escolar con el mismo desánimo de un pescador en tierra que sabe que, esa misma tarde, todos presumirán en el bar de haber cazado cachalotes.
La historia de Doña Beija se las traía. Copio y pego de la Wikipedia: «La trama gira en torno a una hermosa joven que, después de ser raptada y violada por el oidor de la región, pierde su honra, el amor del novio con quien iba a casarse, y decide vengarse de todos los hombres, exigiendo oro y joyas a cambio de permitirles pasar una noche con ella». O sea, que la protagonista tenía que salir necesariamente en bolas cada dos por tres por exigencias del vengativo guión, inspirado en hechos reales. Pero yo no recuerdo haberle visto una mala teta a la actriz, que tenía unos ojazos verduscos, ¿me equivoco? Lo máximo que llegué a contemplar fue a la tipa debajo de una catarata peinándose para atrás la melena medio rubia en los títulos iniciales, algún día en que mi madre estaría terminando de fregar y no vino al quite a apagar la vieja Thompson del comedor.
En definitiva, si la motera con chupa de cuero que buscaba incansable al oloroso Jack's por todos los bares fue televisivamente posterior, he de concluir que mi único referente erótico de aquella etapa era el desodorante Fa. Como para no irme a pegarle patadas de testosterona al balón nada más apurar el yogur, ¿verdad que sí?

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18 septiembre 2009

Que se disculpe o que dimita

La comunicación institucional es una ciencia reglada. Un ayuntamiento (se llame como se llame y lo presida quien lo presida) no puede tardar cinco días en desmentir un escándalo de facturas falsas y marisco de rango regional. Los desmentidos o son categóricos e inmediatos o suenan directamente a coartada. La batalla de la opinión pública se pierde irremediablemente en ese entretiempo.
Uno tiende a disculpar los problemas mediáticos de consistorios de una dimensión reducida. El de Valverde del Camino no lo es. Y dispone de gabinete de prensa desde hace más de una década, lo que convierte la situación en imperdonable.
Pero todo se puede empeorar estúpidamente. Por dignidad, al tránsfuga Jesús Llanes sólo le quedan dos caminos: la disculpa (tanto pública como privada) al fotógrafo de El Mundo al que insultó gravemente ayer o la dimisión. Por puro respeto constitucional, un representante democrático no puede permitirse ciertas licencias.
Las formas son más importantes que el fondo. Me da verdadera lástima que se evidencie aquí y ahora.

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10 septiembre 2009

Introspección (VI): las cartas químicas

Aunque ni me gustaron ni nunca se me dieron muy bien que digamos las lenguas muertas, desde pequeñito (y ahora ya de grande ni les cuento...) integré ese segmento poblacional encaminado académicamente hacia las «Letras puras», conforme a mi manifiesta incapacidad para hallar la belleza secretísima de las Matemáticas y todo ese ignoto submundo que las rodea.
Para que se vayan haciendo una idea cabal de cómo ara este buey, yo era de los cenutrios (ocultaré la identidad de mis dos acompañantes habituales, por puro respeto) que se tenían que aprender de memoria durante los recreos la resolución de los famosos problemitas de octavo de Básica con las malditas X e Y que quién los inventaría, ya que su sencilla lógica interna superaba ampliamente mi rudeza connatural.
Partiendo de esa base, puede que se entienda mejor el enorme respeto que infundían en mí los profesores de raíz científica, que en los últimos años de la Primaria fueron dos: el inolvidable don Casiano y don Máximo, que allá por séptimo de EGB inauguró el curso escolar prometiendo diversión a raudales. «Os aseguro que os vais a aprender rápidamente la tabla periódica mediante un juego muy divertido que, además, es infalible: con él, todos mis alumnos se la han acabado aprendiendo de memoria», garantizó a sus nuevos pupilos.
La propuesta sonaba sugerente, la verdad, y más aún a los oídos de un niño de mis características, tan duro de roer en los vastos campos de las ciencias naturales (y más allá, claro). Para ponernos a jugar formativamente, sólo teníamos que pedirles a nuestros padres 100 pesetitas y asomarnos a Altea a comprar un papel blanco bastante más grueso que el folio común, tipo cartulina. Con eso y unas tijerillas, ya nos lo íbamos a empezar a pasar pipa, creando tarjetitas todas del mismo tamaño hasta conformar una especie de baraja. Finalmente, había que poner en el anverso de cada ficha —creo que con rotring— el nombre del elemento químico, y en el reverso su símbolo. A partir de ese momento, a barajar y a enviciarnos solitariamente hasta acertar qué elemento se representaba con la S o cómo cuernos se diferenciaba simbólicamente el manganeso del magnesio.
El juego (no hará falta que lo jure) era de todo menos divertido. Vale que mi generación no disponía ni de la Playstation ni del Canal Disney 24 horas en abierto, pero desde luego que podíamos hacer otras 800 cosas más entretenidas antes que ponernos a barajar y a soltar las cartas químicas de don Máximo en las tardes valverdeñas de finales de la década de los 80. No obstante, he de reconocer que algunos chavales científicamente dificultosos bien que le dimos uso a aquel aburridísimo mazo didáctico. Porque el maestro solía comprobar al término de cada clase nuestras evoluciones en el aprendizaje de la jodida tabla periódica. Y aquello dejaba de ser un juego infantil...
Al azar, elegía a dos o tres desgraciados alumnos para que se acercaran a su mesa y le prestaran uno a uno sus cartulinas. Él las barajaba con maña de profesional del chinchón y empezaba a tirar en el inopinado tapete elementos o símbolos a discreción, para que acertaras con lo que quedara oculto abajo. Y vale que te confundieras una de cada diez veces, pero como te encasquillaras al principio o si una mala mañana te ponías más nervioso de la cuenta y no dabas pie con bola, a don Máximo se le agriaba definitivamente el gesto (recuerden que, hasta que le dio clase a mi curso, él presumía de que aquel método estaba hecho a prueba de idiotas) y el que estaba a su vera terminaba deseando no haber nacido jamás.
El acojone era general. Y con razón: no miento cuando digo que aquello es lo más parecido a una ruleta rusa en lo que he participado en mi vida. Si llamaba a fulanito o a zutanito en vez de a ti, respirabas aliviado en un primer momento, pero la ansiedad seguía en el ambiente hasta que sonaba la sirena y se podían largar corriendo los amnistiados por el tiempo. Aparte, mientras examinaban a cualquier compañero de pupitre, también tú te ponías a prueba mirando con el rabillo del ojo lo que caía en la mesa de don Máximo e intentando acertar el símbolo o el elemento oculto. Y si comprobabas secretamente tu falta de tino, pues eso: sufrías solidariamente con el ignorante seleccionado poniéndote en su pellejo.
Los cabreos antológicos del profesor —es falso lo de que uno no escarmienta en cabeza ajena— nos condenaron a pasar algunas de las tardes más aburridas de nuestras vidas con aquella especie de juego de naipes absurdo, ideado para torpes totales y/o futuros estudiantes secundarios de «Letras puras». Ahora bien: fui de los que terminó aprendiéndose la tabla periódica con la metodología medio infantil y medio marcial implantada por don Máximo. Entre el pánico y los bostezos, desde luego; pero si no, a ver cómo diablos me iba a acordar a día de hoy de que el cobre es Cu, ¿eh?

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07 septiembre 2009

Introspección (V): sustos con torta

Se sabe que la venganza es un plato que viene servido directamente del congelador secreto del alma. Por ello, hay que poner especial cuidado en convidar a quien lo merezca realmente y, sobre todo, el camarero no debe confundir jamás al destinatario final.
Mi hermano Pablo se llevó toda su infancia, toda su adolescencia y parte de la adultez pegándome unos sustos de campeonato que, la verdad, nunca llegué a comprender qué pueden tener de divertidos para cualquier persona desentrenada en sadismo. Por poner un ejemplo, Pablo era perfectamente capaz de llevarse agazapado horas debajo de mi cama simplemente para terminar agarrándome por los pies (con gritos hambrientos de ultratumba) en cuantito me descalzara para meterme en el sobre. No sé si alguno de ustedes estará en disposición de identificarse con mi sofoco, pero es que yo tengo un hermano que, a semejanza de las peores fieras, debió nacer nictálope, lo que le permitía —desde que era un perfecto renacuajo— aguardar pacientemente en la penumbra del hogar a que me pusiera a tiro para saltar sobre mis miedos y poner a brincar mi corazón sin cariño ninguno.
El lugar favorito de Pablo para aterrorizarme era al final de un antiguo pasillo ciego al exterior que concluía en un absurdo recoveco entre el baño pequeño sin ducha y nuestra habitación, un sitio ideal para rodar el último cuarto de hora de La matanza de Texas. Justo allí, en los meses 'más entretenidos' de nuestra infancia común (de algún modo habrá que denominarlos), entre dos y tres veces por semana no estaba seguro de estar encontrándome con mi hermano o con los colmillos de Christopher Lee. Pero una tarde de aquellas, en la que estaba recuperándome aún del último susto del tercero de la dinastía, se me pintó calva la oportunidad: salía de mi cuarto, el pasillo estaba oscuro y expedito, la puerta final cerrada y justo detrás se escuchaba a Pablito relatándole cualquier cosa a mi madre.
Lo vi claro no, clarísimo. Era cuestión de esperar sólo un ratito recostado en el hueco de la pared a que el mamoncete abriera la puerta, enfilara el pasillo y fuera al lavabo o a la habitación para hacerle una demostración magistral de la maldita gracia que tenían sus sustos. El único riesgo que podía frustrar mi plan de venganza era que me diera la risa antes de que mi verdugo habitual diera los ocho pasos de rigor que lo colocarían inconscientemente a la vera de su víctima, así que me agaché y, en cuanto se abrió la puerta del pasillo, me tapé la boca a lo bestia, agarrándome los cachetes de la cara para que no se me moviera ni un solo músculo.
Todo marchaba sobre ruedas: el muy inocente cerró tras de sí de nuevo la puerta y, como disfruta de visión nocturna, no vio necesidad alguna en encender la luz. Y un paso, y otro, y un tercero, y cuatro pasos, y cinco, y seis... Al séptimo ya no aguantaba más, así que salté riéndome como un loco para gritarle a la cara «¡Júuuuuuuu!» y mondarme viéndole sufrir en vivo y en directo. Pero resultó que, para mi desgracia, quien estaba allí no era Pablo (la criatura de la noche seguía en el comedor haciendo muy calladito sus deberes), sino mi hermana Mamen, que se quedó literalmente petrificada delante mío, algo así como si la hubieran robado del Museo de Cera. Traté de explicarme con total franqueza: «Ay, Mamen, ¡te juro que creía que eras Pablo!». Pero nada...
El guantazo más grande que me han pegado en mi vida me lo soltó ella aquella tarde de hace unos 22 años. Digno de videojuego, en serio (me cayó al suelo y todo). Recuerdo que me dejó allí lloriqueando y se metió directamente en su habitación, pero estaba tan cabreada que salió para darme otro castañazo. ¿Que cómo me libré? Pues porque le pude demostrar, a la luz del baño, que con aquel primer tortazo ya me había dejado marcados los dedos en la cara. Picaba como me hubieran planchado la mejilla. Por eso digo que hay que tener mucho cuidado a la hora de vengarse de la gente. Porque no hay nada más contraproducente que, por un error de identificación, hacerle pagar tu odio a quien no lo merece. Te la devuelve fijo.

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03 septiembre 2009

Introspección (IV): mantecados y cernícalos


¿Quién en su vida no ha tenido que vender a titas y abuelas esas buenas cajas de mantecados El Patriarca tamaño familia numerosa para financiar el viaje de fin de curso y poder entrar en el Tívoli o en el inolvidable (por el olor a cabrales) Don Patín de Benalmádena, donde lo milagroso era no tener que salir pitando a por una poquita de escayola? Luego ibas de visita y, a modo de castigo, las compradoras te iban soltando uno a uno aquel golpe de polvorones, hasta vaciar la caja con las últimas calores de junio.
Lo que nunca jamás podremos olvidar los alumnos de mi clase del antiguo Menéndez y Pelayo fue el día en que llegó el repartidor con la furgoneta de Estepa. Estaba don Juan dándonos una clase de Lengua o Historia, y alguien del despacho de la dirección (que lindaba puerta con puerta con nuestra aula) entró a dar el aviso de que ya había llegado el emisario estepeño y que estaba ahí listo y preparado para descargar todo el stock de las navidades anteriores.
Dos o tres niños, entre inquietos e hiperactivos, se ofrecieron para ayudar a ir apilando las cajas al fondo, y el resto esperamos en los pupitres respectivos a que se reanudara la lección. Uno de los ayudantes más entusiastas era Ildefonso Mora, que vivía por aquel entonces en la calle Ayamonte, del que recuerdo aquellas señoras gafas que sin duda le duraron toda la primaria por ese cordón de seguridad que las salvó de más de un balonazo.
Iba y venía voluntarioso y juntaba cajas y cajas. Cuando ya llevaban un rato sin entrar fardos y parecía que el trabajo se había completado satisfactoriamente, llega Ilde con un último surtido: una cajita final y absolutamente inesperada. Pero lo curioso del caso es que, en vez de llevarla como había llevado las restantes (portándola cómodamente entre las manos, a la altura de la barriga), él se debió maliciar lo que iba a terminar pasando, porque entró con los brazos extendidos hacia arriba como si aquello fueran las tablas de Moisés, aunque sin ánimo ninguno de dar explicaciones sobre por qué la caja no iba al montón principal y sí a la mesa del maestro.
Después de mucho preguntarle e insistirle, Ildefonso Mora cantó: «Es un regalo para la clase. ¡Pero no se toca hasta que entre don Juan!», gritó. Maldito el preciso instante en que lo confesó todo... Entre que éramos niños en plena edad de crecimiento, que ocurrió todo a una hora malísima (más cerca del almuerzo que del desayuno), que nuestro tutor no llegaba a reaparecer en clase, que alguien fue a ver el contenido, que otro se acercó también a curiosear, que el hambre juntó a tres o cuatro alrededor, que alguno temió quedarse sin pegar bocado y que otro directamente abrió la caja... Pues eso: aquello se convirtió en un desfile de hambrientos que perdían toda la vergüenza, en la esperanza de que el maestro siguiera tardando una eternidad en retomar los mandos...
Lo malo es que don Juan era y es un hombre muy formal, y seguramente quiso insuflarnos a los niños valores inequívocamente democráticos (luz y taquígrafos) viéndole firmar todo el papeleo con el representante de El Patriarca. De modo que, cuando entraron los dos adultos, se encontraron de sopetón con una auténtica jauría de chavalines de 12 y 13 años alrededor de la mesa del maestro arrancándole mantecados al obsequio, lo más parecido a un festín de hienas que se pueda uno imaginar.
El rostro de don Juan era todo un poema. Creo que en la vida lo he vuelto a ver más serio que aquel mediodía (ni cuando le robaron los canarios, que ya es decir). Firmó los papeles como si estuviera ratificando penas de muerte, acompañó hasta el pasillo al distribuidor sin querer mirarle a la cara y volvió sobre sus pasos para cerrar la puerta y tratarnos con un cabreo que ríete tú del demonio.
Empezó suavecito, con algo así como «me habéis hecho sentir avergonzado como nunca», pero después de un rato con el tono in crescendo, ya se le empezaron a cruzar algunas imágenes de los documentales de La 2: «¡¡Os habéis avalanzado... como cernícalos sobre su presa!!». Exigió que, uno a uno, todos los que habían comido polvorones confesaran su gula. Algunos compañeros estaban vendidos de antemano, porque ya se sabe que algunos mantecados de la afamada marca sólo se pueden comer con un par de vasos grandes de agua al lado, y mientras don Juan echaba fuego por la boca los pobres tenían que seguir masticando y tragando para no terminar literalmente asfixiados.
La situación era tan patética que al final a nuestro tutor le terminó entrando la risa, cuando alguno se excusó con que él sólo se había comido unas peladillas o cuando algún otro se sacó del bolsillo un alfajorcillo aplanado para devolverlo al lugar del que nunca debió haber salido. Juro que no probé ni un solo mantecado de aquéllos, igual que rompo una lanza por Ildefonso, que hizo todo lo que estaba en sus manos para evitar aquel banquete. Y es que, si llega a oponer resistencia física, fijo que pierde las gafas.

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