Opinan en
El Meridiano, el programa de Canal Sur, sobre el
polémico anuncio de la campaña de las europeas del PSOE, y
Enric Sopena y
Antonio Avendaño defienden su contenido alegando que hay una parte de la derecha europea y española que es extremista y vota al PP. Replica
Francisco Giménez Alemán que nunca ha escuchado de boca de dirigentes
populares una frase como la que emite el actor caracterizado de camarero, que afirma que «los inmigrantes nos quitan el trabajo», pero el director de
El Plural insiste en la oportunidad del spot.
En Andalucía escuchamos una vez —¡dentro del antiguo Hospital de las Cinco Llagas!— aquello de que «los moros que se vuelvan a Marruecos, que es donde tienen que estar». Y vimos al PSOE reclamándole al PP la cabeza del ahora senador
Matías Conde, que negó (sin que muchos le dieran crédito) que él hubiera dicho tal cosa. «Penalti y expulsión», cantaba por aquel entonces el portavoz parlamentario
Pepe Caballos. Pero luego resultó que aquel comentario
había salido de boca de un diputado socialista,
Rafael Centeno, quien por cierto lleva ya un año reintegrado a la causa como consejero de Turismo Andaluz.
¿Que fue un chiste?, ¿que aquello no era racismo a fin de cuentas? Vale, venga: el pulpo es un animal de compañía fiel, cariñoso y limpio. ¿Tampoco era racista la manifestación en El Ejido encabezada hace prácticamente una década por el alcalde
Juan Enciso, cuyas imágenes dieron literalmente la vuelta al mundo? ¿Y quiénes cogobiernan desde hace un lustro la Diputación de Almería con el PAL, el partido «de derecha extrema» —palabra de
Chaves, de hace poco más de un año— que montó el susodicho tras romper con el PP?
Estamos de acuerdo en el fondo. El problema no es lo que piensan, es lo que van a votar: un parlamento tan caro como ineficiente. Pero quienes apelan todo el santo día al voto útil de toda la santa izquierda, sin renunciar al apoyo puntual de sus elementos más extremos, debieran resistirse a algunos reduccionismos más fáciles que tramposos.