21 mayo 2010

Ex aequo

Ya puestos, además de al unánimemente suspendido magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, ¿por qué no nombrar hijo adoptivo de la noble villa de Valverde del Camino al juez de Familia de Sevilla Francisco Serrano? La pregunta se la podría haber hecho a Pepe Cejudo el otro día en el pleno municipal la portavoz del PP en el Ayuntamiento, Loles López Gabarro (a la que algunos luceros del alba critican políticamente por estar en el Parlamento andaluz y no comiendo buñuelos cada domingo en Raboconejo; ahí llega el nivelito internáutico...), pero a lo mejor la diputada autonómica no adolece de falta de espabilo, sino de una excesiva corrección política.
Serrano, el juez que cada vez que puede pone de vuelta y media la Ley Contra la Violencia de Género y a la militancia feminista más radical, también estuvo de paso por los juzgados valverdeños y conserva amistades eternas en el pueblo. ¿Por qué no un galardón ex aequo a los jueces más voluntariosamente mediáticos del país? Así, garantizaríamos más atención nacional e internacional a nuestra feria de agosto, y queramos o no eso implica más negocio para las casetas en tiempos de crisis, y eso significa familias locales llegando con menos apuros a fin de mes. Piénsenlo un poco, en serio. El jaleo siempre reparte dividendos.
Y el año que viene, si les parece a ustedes bien, propongo otra condecoración: para todos los jueces discretos y trabajadores que han pasado por Valverde a lo largo de las décadas y que absolutamente nadie se acuerda ya de ellos. Ahora bien, admito que a ese ritmo a ver qué premio se nos ocurre para gente como don José María Requena, ¿verdad?, con tantas raíces echadas.

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05 mayo 2010

La Ley de Amnistía según Valverde

«La primera pintada que se hizo en Valverde fue pidiendo 'Libertad para Garmendia y Otaegui', curiosamente dos etarras». Me lo contaba el otro día Manuel Eugenio Romero, mientras le pedía yo algunos datos esenciales de la biografía política de mi padre durante la clandestinidad antifranquista para poder cumplimentar la solicitud de la Fundación Pablo Iglesias, donde andan armando un megadiccionario biográfico del socialismo español, por lo que le mandaron una amable carta a mi madre reclamando nuestra colaboración.
Manuel Eugenio me precisó que fue el 31 de diciembre del 75 cuando se realizó la primera manifestación político-callejera en décadas. Desde el pie de la torre hasta el Valle de la Fuente, unos cuantos socialistas y comunistas (veinteañeros en su mayoría) fueron desfilando cogidos del brazo al grito de «¡Amnistía y libertad!». El municipal de guardia en el Ayuntamiento creyó que eran chavales que iban a una queda navideña. Las Manzanas, más avispadas que el policía, salieron de su tienda para gritar «¡Abajo los precios, arriba los salarios!».
Lo cuento porque, ahora que se debate tanto sobre la vigencia y la oportunidad de la Ley de Amnistía, quizá sea bueno recordar quiénes y por qué la pidieron en su día. O las intenciones penales de los que se opusieron a la misma, claro está. Porque me temo, entre otras cosas, que esta infeliz controversia se recrudecerá cuando cualquier año de éstos a ETA se le acaben la dinamita, los comandos y la desvergüenza y sus portavoces reclamen en una mesa de negociación que se les abra la celda a condenados con mucha sangre inocente a sus espaldas y 20 años de prisión pendiente. Y me da a mí que habrá quienes, desde la izquierda más exquisita, apuesten entonces por nuevas leyes de amnistía; a saber con qué legitimidad moral si valoramos algunos pronunciamientos recientes.

P.D.: A lo más impertérritos les recomendaría la última novela de Cercas, Anatomía de un instante. El autor mantiene a la largo del texto que la generación de su padre renegó a la Justicia y pasteleó con el facherío una componenda antidemocrática. Pero justo antes de poner el punto y final, el escritor admite que, a buen seguro, tanto él como yo lo habríamos hecho mucho peor que nuestros progenitores.

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