27 noviembre 2008

La memoria imborrable


El recuerdo más nítido que me quedará por siempre de Javier Herrezuelo Arroyo ‘Guti’, ese fino carrilero zurdo de la Olímpica Valverdeña cuya inesperada muerte nos mantiene sobrecogidos a todos los onubenses desde la tarde del domingo, es el de aquel chiquillo presto que siempre sacaba tiempo para ayudar en casa de los abuelos en los días de matanza, allí en el garaje de la callejilla de la plaza de toros de Valverde donde tantas veces me crucé con él hace ya unos cuantos años, cuando yo regresaba de la biblioteca municipal y recortaba por ahí para asomarme a saludar en un periquete a mi abuela María y a mi tía Amalia de vuelta a casa. Parece que lo hubiera visto ayer mismo junto a su hermana: dos niños rubiotes y sanos, inseparables para mi memoria, llevando y trayendo cuantos cubos hiciera falta acarrear con la sonrisa indesmayable, afanándose en darle vueltas a la manivela de la picadora de carne porque saltaba a la vista que armar chorizos y salchichones puede llegar a ser el juego más entretenido y didáctico para cualquier infante. Creo que alguna vez lo vi jugar al furbito en el patio del colegio público Menéndez y Pelayo, cuna de grandes peloteros locales. Nos llevábamos diez años, pero mientras cursaba bachillerato y todavía no había hecho acto de presencia esta maldita miopía, me seguí saltando alguna que otra vez la tapia del Grupo Escolar; y quiero recordar que hasta pudimos jugar algún partidillo de esos en los que entras sobrado, a hacer una demostración práctica de lo que implican unos kilos de más y tu veteranía adolescente, y sales con el rabo entre las piernas, abochornado por la velocidad y el toque irrefutables del más canijillo de los que andan por ahí, el cascarón de huevo al que sólo lo dejasteis jugar porque al equipo contrario le faltaba uno para ser cinco contra cinco e igualar entrecomilladamente las fuerzas. Y resulta que, al final, es ese chavalín el que te termina mojando la oreja, el que te pone una silla detrás con un recorte y le pega al balón que asusta… La noche del domingo, cuando ya había trascendido la noticia y tuve que lamentar quién era, entre los escalofríos hubo uno muy especial, muy cómplice, muy intransferible: cuando imaginé lo que habría alucinado ‘Guti’ viendo a la noche el gol de Monzón, el nuevo jugador argentino del Betis, que curiosamente ocupa su misma demarcación en el campo, el lateral izquierdo, y tiene prácticamente su edad, y que soltó un chutazo esa aciaga tarde del que los buenos aficionados béticos no se podrán olvidar jamás. Temporada 2008/2009, campo de El Molinón, libre indirecto desde 35 metros, toquecito de Capi y trallazo con el exterior que el cámara de televisión logra captar de milagro, porque esa bola de cañón casi hunde la cruceta. No se me ocurre mejor y más inopinado homenaje para Javi, el niño que vi espigar en la callejilla de los toros.





Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 27 de noviembre de 2008

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2 comentarios:

Blogger Doria ha dicho...

Me has recordado tantas cosas.Yo, de futbol, nada de nada, pero inevitablemente me he ido por los cerros... previos al cercao mataero, el "callejón del Madri", le deciamos nosotros, ¡cuantas matanzas! ¡cuantas peticiones de "cojer los garfios"!, ese rincón de la Cornelia de la plaza de los toros, que quizás tu no llegaste a conocer pero si tu padre y tios. En fin, Manolo, son recuerdos inevitables de ese rincón y esas gente entrañable de nuestra Calleja, "Los Madri" a los que Javi pertenecía, entre tantos más.
Saludos
Doria

27 noviembre, 2008 10:12  
Blogger Monca Encendido ha dicho...

Precioso homenaje, Manolo. Justo cuando acabó el partido del Betis, me fui a casa y bicheando en Internet me enteré de la noticia… El trallazo de Monzón, como tu bien dices, puede valer y vale, como un emotivo homenaje a Javi.
Un abrazo.

27 noviembre, 2008 10:36  

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