21 agosto 2008

Un año después

Le debía al menos una columna entera, y si me lo permiten, voy a intentar saldar esta deuda ahora mismo, tras cumplirse el aniversario de su muerte. Mi padre era Manuel María Becerro Parreño, uno de los primeros afiliados que tuvo el PSOE en toda la provincia de Huelva. He comprobado que el apellido genera afecto entre los poquísimos que militaban en el partido en la clandestinidad, como demuestra la Placeta que le dedicó aquí hace hoy justo un año el amigo Bernardo Romero, quien se ríe cada vez que recuerda lo poco que le gustaban a Becerro las pintadas que él (Juventudes Socialistas, o sea) amenazaba con prolongar por toda la 435 minera. Con la vuelta de la Democracia, entró en el Ayuntamiento de nuestro Valverde natal de la mano del inolvidable don Américo Santos. Allí, y a lo largo de los años, mi padre se granjearía una fama de duro y cabezota que doy fe de que no le hace justicia, aunque es bien cierto que supo aprovecharla cada vez que tuvo que sacar los dientes. Formó parte del Parlamento dos legislaturas, primero con Borbolla y después con Chaves, con una predilección evidente por Pepote, que lo reconocía como «el último borbollista de Huelva». Su salida de las instituciones va en paralelo a la eclosión de Pepe Cejudo, quien curiosamente no habría sido alcalde si Becerro y Manuel Eugenio Romero no hubieran renunciado a esa vara de mando que le abriría las puertas de la Diputación y que le ha concedido un control prácticamente absoluto del partido en el Andévalo minero. Pero quien conocía a mi padre sabe que nunca desconectó del día a día del Ayuntamiento, quizá porque el político vocacional nace y muere con las botas puestas. Él lo traía de cuna: llevaba el sello de los Mamales, familia republicana y valverdeña donde las haya, mítica por la desmesura de su hospitalidad, al punto de que cuentan que en una campaña electoral el diputado Barriobero respiró aliviado al sentarse en el tren de vuelta y dejar atrás tantas atenciones. Pero yo creo que, sobre todo, Becerro fue un currante nato. De hecho, jamás tuvo un sueldo político: comimos de la plaza que se sacó en Correos con 18 años, que le sirvió para ser director de Caja Postal y Argentaria y para llevarse con «vacaciones pagadas permanentes» al final de su vida. Ahí demostró ser un comercial temible, capaz de venderte la Giralda por partes, sombra incluida. Presumirá hasta de cómo murió: prácticamente sin darse cuenta, sin dar lata ninguna a nadie, dando esquinazo a la vejez y a la enfermedad, con los tres hijos ya independizados (uno de sus grandes temores vitales fue dejar a mi madre viuda con tres mocosos) y –todo hay que decirlo– habiendo disfrutado de la Feria de Valverde hasta el último día y del mejor Sevilla de la historia. Ya puedo durar lo que Matusalén: de aquí a que yo la espiche, por las quejilas va a ganar mi Betis los cinco títulos que los palanganas levantaron en 15 meses.
Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 21 de agosto de 2008

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11 comentarios:

Blogger Zapateiro ha dicho...

Merecido artículo.

Un beso enorme.

21 agosto, 2008 11:53  
Blogger Manuel María Becerro ha dicho...

Otro patí, primacha. Completo la anécdota histórica de Barriobero, imagino que agrandada legendariamente con humor por mis ancestros. Al montarse en el tren, cuentan que el diputado resopló y no pudo reprimir el comentario: "Qué jartito estoy de Mamales...".

21 agosto, 2008 12:09  
Blogger Juan Duque Oliva ha dicho...

Que arte tienes joio

Un abrazo

21 agosto, 2008 16:33  
Blogger Manuel María Becerro ha dicho...

Cenquiu, Juan. Otro abrazo grande patí. BYES!

21 agosto, 2008 16:58  
Blogger Periodista83 ha dicho...

Muy buen artículo. Durante el tiempo que trabajé por tu tierra natal escuché en más de una ocasión hablar de tu padre y seguro estoy de que fue un gran hombre. Un saludo

21 agosto, 2008 23:35  
Blogger Manuel María Becerro ha dicho...

Dómo arigató gozaimasu.

21 agosto, 2008 23:46  
Blogger Periodista83 ha dicho...

Dôitashimashite ;)

22 agosto, 2008 11:47  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Manolo, preciosa historia. No conocí a tu padre, bueno, ahora un poquito.
Por lo que leo un gran tipo. Hombres de ese calibre serían necesarios como contrapeso a la actual política profesional de intereses.
Para demostrar que la verdadera política está en el alma y en los principios, no en el dinero.
Sin pedir nada a cambio, sin esperar nada de cambio.
Añoro esa raza de políticos que representaba tu padre, hoy desgraciadamente desaparecidos. Pero algúnos, gracias a estos artículos podremos rescatar el espiritu de estos hombre y mujeres, para intentar coger el testigo, a sabiendas como sabemos de terminar, como tú padre, siendo acusado en cualquier partido..."de estar jartito de Mamales..".
P.D. Con todo mi afecto,respeto y cariño, a todos los que "jartan", en todos los partidos, en toda ideología, en toda sensibilidad.
Raloga.

22 agosto, 2008 12:48  
Blogger Manuel María Becerro ha dicho...

Te voy a contar un par de cosas más, Raloga. Con 14 o 15 añitos, mi padre me advirtió que ni se me pasara por la cabeza vivir de la política, que antes de aspirar a cualquier cargo público al menos trabajara unos cuantos años, porque a él le avergonzaría que alguien de su familia viviera de la representación pública desde el destete universitario.
Dos (y esto no se lo he contado jamás a nadie, ni siquiera a mis hermanos): él me insistió más de una vez que a quien debíamos parecernos era a nuestra madre, que es una persona buena y paciente como pocas. Becerro tenía muy pero que muy claro cuáles son los valores humanos prevalentes. Un saludo y gracias por tu comentario.

22 agosto, 2008 13:25  
Anonymous Anónimo ha dicho...

bien Manuel, si tu padre era de claro en la política como tú en periodismo... buen tio. Con esa generación de políticos pasa como con la de cantaores, se fue Paco Toronjo y ¿cuando vendrá alguien al menos parecido?

22 agosto, 2008 21:36  
Blogger Manuel María Becerro ha dicho...

Bueno, ahí están Rocío Márquez y Argentina dando pasitos adelante, ¿no? Siempre envidié la clarividencia de mi padre y su memorión proverbial. Sospecho que no le llegaré jamás a la altura del betún, en ningún ámbito de la vida. Gracias por tu amable comentario, anónimo.

22 agosto, 2008 21:54  

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