Voladuras

En Huelva y su provincia también han llegado a mis oídos las más enrevesadas historias políticas de bellezones, braguetas y anticonceptivos. Imagino que la mayoría son inventadas, y certifico que algunas resultan directamente irreproducibles. No diré yo que no haya largas carreras políticas onubenses fraguadas o finiquitadas en camas dispares, o que ése no sea su único basamento. Pero es que, en el fondo, son temas que no me interesan lo más mínimo. Lo que a mucha gente le produce morbo y curiosidad, a mí —como a otros muchos— lo que me provoca ante todo es un desinterés profundo.
Podría parafrasear el genio de Oliverio Girondo: «No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretenden seducirme!».
La política debiera ser para superhéroes; no para sex symbols o cabezas de familias cristianas como Dios manda.
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