Política ficción
Al principio fue un comentario sutil, envuelto con el celofán del cariño. «Te veo mal; cansada… En serio: nos tienes muy preocupados, porque siempre has sido alegre, positiva. Contagiabas el buen ánimo… ¿Has pensado en ir a un sicólogo?». Confió en aquel candor y habló como le enseñaron en casa desde pequeñita: con toda la sinceridad del mundo, como admite ahora que nunca debería haberlo hecho con sus compañeros de grupo. «Creo que estarás al tanto de que en el partido me están haciendo la vida imposible. He aguantado un carrusel de humillaciones privadas y públicas. Y ¿sabes? Lo único que pido ya es que dejen en paz a mi familia. A mí que me hagan lo que quieran, pero que a mi gente la respeten, porque ni mi marido ni mi padre tienen la culpa de que yo le caiga mal a ese cabrón». No pudo evitar el par de lágrimas; luego concluiría que, justo en ese instante de debilidad, perdió la batalla. «Voy a serte muy sincero», restó su amigo diputado. «Llevas toda la razón, pero tienes que entender que ahora mismo no hay rebelión a bordo y que te has quedado sola. Y en este partido, como en cualquier organización humana, hay razones colectivas que pesan tanto o más que las individuales… Mira, te quiero como a una hermana, y de hecho lo que más me preocupa es que esto te está afectando en la salud, y sobre todo a tus hijos, que son los que lo están pagando…». Sintió el navajazo demasiado bajo, a la altura de las entrañas. «Piénsalo: sé de una persona de absoluta confianza que te podría ayudar a vaciar todo ese estrés, y que te firmará la baja cada vez que no puedas o no te convenga venir al pleno, tú me entiendes... Al final cobras lo mismo y no pasas el mal rato. Te basta con apretar una teclita del ordenador y centrarte en tus niños, que necesitan a su madre…». Ella pasó la noche en el baño, vomitando el estupor. Él mandó un sms al móvil del líder del partido: «Hecho. Me debes otra».
*Nota del autor: he comprobado que la Diputación de Huelva mandó corregir los teletipos (ayer o el martes) para precisar que el voto no presencial es un derecho sólo reconocido a personas de baja por maternidad o paternidad. Como el artículo se titula 'Política ficción' y simplemente quiere advertir de los abusos que se podrían cometer desde los aparatos políticos con ciertas normativas cada día más de andar por casa, por denominarlas de algún modo, creo que no pierde vigencia.
Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 15 de enero de 2009
Etiquetas: Diputación de Huelva
2 comentarios:
Inquietante por lo verosímil que resulta.
Un saludo, valiente.
Gracias por el comentario, Rafael. La presencia física del diputado electo en cualquier cámara representativa comporta un plus de garantías muy importante. Pongámonos hollywoodienses: imagina que las mafias rusas se hacen con el control de la costa andaluza (si no han empezado a hacerlo ya) y extorsionan directa o indirectamente a un grupo de parlamentarios para forzar desde la aprobación de un plan urbanístico gilista hasta un cambio de gobierno. Imagina el voto a través de videoconferencia, donde ves la cara del representante democrático pero no si detrás de la web-cam hay un tipo apuntándole con un kalashnikov, a él o a su hijo. Insisto para que no haya malentendidos: esto es un guión de cine, no digo que tenga nada que ver con la realidad.
Para acceder al Parlamento andaluz, tienes necesariamente que pasar una serie de controles de seguridad. Hay una policía que custodia el edificio. El que entre por esa puerta, siempre podrá pedir amparo a la Presidencia de la Cámara por cualquier barbaridad que se nos pueda ocurrir y que interfiera en su libertad de voto. En su domicilio particular o tomándose un mojito en el Caribe, resultaría mucho más complicado.
Cuidado pues con cómo se moderniza la Democracia. Que el enemigo nunca duerme.
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