26 agosto 2009

Grandes producciones televisivas

Hay un capítulo de la primera temporada de la serie de televisión El ala oeste de la Casa Blanca en el que el equipo de colaboradores del presidente Jed Bartlet se ve desbordado por la acusación de un congresista republicano de que en la west wing había un alto porcentaje de drogadictos dirigiendo el país. Lo puede resultar más curioso y extravagante para nuestra mentalidad mediterránea es que allí inmediatamente se abría con carácter oficial una investigación interna para confirmar o desmentir categóricamente este extremo, y que ese esfuerzo por depurar responsabilidades cayera quien cayese (recuerden que Leo McGarry terminaba confesando en rueda de prensa su antigua adicción al alcohol y al valium) se transmitía sin complejo alguno ante la opinión pública. ¿Por qué? Pues porque allí todo político que cometa perjurio se mete en serios problemas judiciales, y si alguien de la oposición te acusa de estar llevándote el dinero a espuertas es porque muy probablemente haya rulando por ahí un dossier donde alguien destripó tus cuentas bancarias suizas.
El PP lleva semanas y semanas acusando al Gobierno socialista, a la Policía Nacional, a los fiscales y hasta a algunos jueces de estar detrás de supuestas escuchas ilegales en una persecución contra la disidencia sin precedentes democráticos. El descrédito de la clase política patria es tal (hablo tanto de la gobernante como de la opositora, evidentemente) que se admite esa sal gorda con gusto, sin que nadie se sienta compelido a tomar decentemente las de Villadiego. Aquí ya ha sedimentado la máxima sofista de que «todos los políticos mienten» y ni siquiera nuestros representantes públicos tienen el menor complejo en incurrir en esa confesión paradójica cuando ya no les queda ningún burladero dialéctico. Así, nunca tendremos ni a Bartlet ni a Obama en La Moncloa. La serie que nos retrata a las mil maravillas es la estatutaria Arrayán.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Yo creo que lo que dices no retrata a todos los políticos, pero sí a algunos, sobre todo a Rajoy y Cospedal, quienes están demostrando ser dos mentirosos compulsivos sin escrúpulos y sin verguenza ninguna, que sólo les interesa lograr el poder a toda costa, incluso excusando y tapando la corrupción interna que impera en el Partido Popular. Camps se ha librado por los pelos y en las tablas por el favorcito que le ha hecho el Presidente del Tribunal Superior de Justica del País Valenciano, con quien ha compartido muchos homenajes y comidas, pero ahora se las tiene que ver con un toro de verdad, un Miura que se llama Tribunal Supremo.

01 septiembre, 2009 17:29  

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