06 agosto 2009

De los hilillos de plastilina a las galletas María


Se detecta un vertido a media mañana junto a Mazagón y el primer comunicado oficial de la Junta se pospone hasta que empieza a anochecer. La mancha se mide, al mismo tiempo, en metros y en millas (¿marinas, terrestres?) en lugar de en kilómetros, como para que el ciudadano medio no pueda hacerse al día siguiente una idea cabal del perímetro exacto.
Por la mañana, gran alegría autonómica: los expertos acertaron, la luna sonreía y la mancha se fue mar adentro por el efecto de las mareas. Pero hete aquí que esa misma tarde ya llegan los primeros restos a las virginales playas de Doñana. Son las pruebas inequívocas de que el chapapote no se acabó con el Prestige, pruebas que siguen alcanzando la costa y retirándose una semana después y que son descritas recurrentemente como galletas María las más grandes, aunque si tocara tierra una mayor (las olas pueden encubrir los peores crímenes) sospecho que nos la compararían con una tartita de cumpleaños, sin velas pero apetecible a juicio del operario que la retiró y que terminó metiendo el dedo travieso para saborear en secreto esa delicia marinada...
Hablo con un vecino de Valverde, que me compara indignado la pasmosa relajación de la Junta tras el vertido «accidental» en la refinería de Cepsa (¿es que cabía acaso el intencionado?) con las alarmas encendidas paralelamente hacia el oeste del Espigón contra la captura cocinera de coquinas contaminadísimas y directamente letales, claro... Yo lo que digo es que nos cabe esto y más a la opinión pública onubense.

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