La paridad y las tretas
Si fuera mujer y, o bien militara en un partido político, o bien estuviera asociada a algún lobby feminista de los serios (obviemos las identidades de algunas organizaciones estúpidas con avaricia, por eso de que está muy feo señalar con el dedo acusador), creo que nunca habría luchado a brazo partido para imponer triunfal y legalmente las listas cremalleras en el caso de los comicios autonómicos y las cuotas por tramos en el resto de candidaturas electorales, hasta no movernos porcentualmente de ese 60/40 que tan igualitario se presume. Será que como votante estoy hasta la gorra de ver a tantísimo inepto contrastado y a tanta petarda sonriente copando —elección tras elección— buena parte de los puestos de privilegio que te garantizan soldada y hasta coche oficial, pero lo que menos me apetece ante la inminente cita con las urnas es templar gaitas, ni siquiera con un fallo recién salido del horno como el del Tribunal Constitucional sobre la Ley de Igualdad para alborozo de mis amigas de la izquierda y la derecha. En primero de carrera aprendí, gracias el catedrático de Constitucional Antonio Porras Nadales (uno de los comentaristas andaluces más agudos y valientes; valga la sinécdoque), que el Derecho comparado se encarga de demostrarnos a los ilusos que el sistema de listas abiertas no es desde luego la panacea que resolverá todos y cada uno de los problemas que acucian a nuestra Democracia. Pero entiendan que me aferre al ardiente clavo carpetovetónico: en un país, en una región y en una provincia tan políticamente singular como ésta, donde resulta evidente que el que acude a votar no lo hace por el suyo, sino contra el otro (llámese Zapatero, Rajoy, Chaves, Arenas, Barrero, Perico...), ¿por qué no damos ese pasito más al frente y le permitimos al elector que descargue un pelín más de su sádica soberanía discriminando si le place, cuadrito a cuadrito —como ya ocurre con la papeleta del Senado—, entre los candidatos y candidatas que le gustan muchísimo, más bien poco o absolutamente nada? ¿Por qué no nos permitimos el lujazo de poder castigar con el lápiz flamígero a todos aquellos/as paracaidistas de cuya vida y milagros nadie tiene la más remota idea pero que van de número tres al Parlamento o como cabeza de lista al Congreso? ¿Cuántos idiotas, cuántos floreros, cuántos mafiosos y cuántos inútiles absolutos podrían quedarse fuera de las instituciones sin el blindaje de esas candidaturas que orinan desvergonzadamente sobre el artículo seis de la Constitución, el que impone en su fuero interno a los partidos una estructura y un funcionamiento democráticos? Lástima que nuestras políticas hayan consagrado con tanta alegría las mismas tretas que llevan décadas empleando (y no precisamente por machismo) sus compañeros de filas.
Publicado en EL MUNDO Huleva Noticias el 19 de febrero de 2008
Publicado en EL MUNDO Huleva Noticias el 19 de febrero de 2008
Etiquetas: Otros temas, Pedro Rodríguez, PP de Huelva, PSOE de Huelva
3 comentarios:
Querido Manolo, el problema está en que la Constitución Española se promulgó hace ya 30 años ¡30 años! y que en aquel momento, recien salidos de 40 años de dictadura, se decidió que el texto constitucional diera mucho poder a los partidos políticos para que pudieran llevar a cabo la transición. Como puedes suponer, 30 años después la Constitución está obsoleta en muchos aspectos, sobre todo porque os partidos políticos cada vez han ocupado mayores parcelas de poder hasta el punto que el actual sistema español empieza a dar señales de agotamiento. Ya no hay separación de poderes sino que existe un poder ejecutivo (el gobierno) hipertrofiado que a través de los partidos políticos controla al Parlamento, y a través de diversos mecanismos controla a los jueces. Y precisamente el enorme poder de los partidos es lo que impide la reforma del sistema electoral ¿te acuerdas cómo Javier ARenas, de forma personal, confeccionó EL SOLO las listas del PP de Huelva a las generales y autonómicas? pues eso, a los partidos no interesan las listas abiertas porque entonces no son sus prebostes quienes imponen candidatos sino que son los ciudadanos quienes ponen y quitan. Por eso no votaré a Zapatero, porque ha sido un Presidente cobarde que no ha tenido valor de hacer reformas de calado, y por eso tampoco votaré a Rajoy porque es un personaje arcaico que no cree en la verdadera democracia y que ha apoyado y apoya el sistema de designación a dedo de candidatos a través de las listas cerradas.
Me ocurre lo mismo que a ti por este y por otros asuntos. ¿Por qué desde el PSOE no se habla abiertamente de avanzar en la legislación de la eutanasia o el aborto? ¿Cómo el PP no es capaz de de centrarse bastante más en su discurso y planteamientos? Y aun así, el bipartidismo se impone inexorablemente, y de veras que uno ya no sabe si dar a Dios gracias por la liquidación de tanto carpanta segundón.
Discrepo contigo en una cosa. Te aseguro que Arenas sólo impuso la mitad de los candidatos para las autonómicas y generales. Hay gente que va en puesto de salida y a la que el presidente regional no le ha puesto cara hasta después de hacerse públicas las listas. A Perico, a Toronjo y a Carmen Céspedes le han dejado también poner el sello de la dirección provincial en la confección de las candidaturas. De Arenas solo, nada de nada. Es lo que habría faltado para que estallara directa y definitivamente la crisis interna en el PP dos meses antes de unas elecciones.
Ah, y no te lo digo a ti, que ya veo que estás de vuelta de todo. Se lo digo a los que mantienen la fe en los socialistas: con la lista del PSOE ocurre tres cuartos de lo mismo. Chaves, Barrero, Petri y poco más. Y todavía nos piden que nos unamos todos para ponernos a celebrar paridades constitucionalísimas. En fin.
¿Y que hacemos pues? Si con listas abiertas se le cerraría el paso a mucho vividor de la política, hemos de contar con dos hechos objetivos: 1º, que los partidos estén por la labor y 2º, que el cuerpo electoral manifestara un mínimo interés por elegir entre las ofertas que mejor defiendan sus intereses. A la izquierda no le puede interesar por su concepción de la política: para ellos prima el estado, la clase, el grupo, la igualdad; antes y siempre que el individuo. Y tratan de maquillar su despotismo imponiéndonos la discriminación positiva, o las listas cremalleras. Por tanto seguiremos con listas cerradas, y esperemos que no la compliquen un poco más, pues no seria de extrañar que ZP nos imponga subdivisiones en el futuro: dentro de las féminas incorporar un 50% de lesbianas, y dentro del genero varonil, otro 50% de gays.
Y por lo segundo, el electorado se está moviendo, cada vez más, de forma sectaria; no vota a favor de alguien sino en contra de alguien. Una vez que tiene interiorizado quien es su enemigo político, no necesita asistir a mítines, ni leer programas, y por supuesto pasa de la política. Pero el día de la votación se tomaría como una tragedia no votar contra sus enemigos.
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