01 julio 2006

Otro que no vino

En términos cinematográficos, estoy de una mala leche profunda. A Fabián Bielinsky, el director de Nueve reinas, se le ha detenido el corazón mientras dormía en un hotel de Sao Paulo. Andaba por Brasil preparando un anuncio para la televisión después de haber recogido hace sólo unos días media docena de Cóndor de Plata (los Premios Goya de Argentina) por su última película, El aura, en la que Ricardo Darín hace de honrado taxidermista que fantasea con el golpe perfecto. Y así termina, tan abruptamente, su carrera cinematográfica. Se cae el telón y yo me cago en la mar salada, porque se va un genio que apenas si ha tenido tiempo de concedernos un par de deseos a todos los que, cuando pagamos para adentrarnos a oscuras en una sala con escalones homicidas y butacas de la NASA, sólo lo hacemos por salir dos horas más tarde medularmente fascinados ante el mayor espectáculo audiovisual que las manos del hombre hayan podido trazar. Por eso sabe tan mal que un tío como Bielinsky la endiñe a los 47 años. No me sentía así desde que Jean Claude Lauzon, el padre de Léolo, se estrellara con una avioneta hace ya casi una década. También nos legó solamente un par de títulos, de los que sin duda el más accesible es el que cuenta la historia de este niño cuyo padre biológico era un tomate contaminado y que leía a escondidas al poeta quebequés Rejean Ducharme, cuya obra sigue sin traducirse al castellano: «Sólo encuentro momentos verdaderamente felices en la soledad./ Mi soledad es mi palacio. Ahí tengo mi silla y mi cama,/ mi viento y mi sol. Cuando estoy sentado fuera de mi soledad,/ estoy sentado en el exilio, estoy sentado en un país engañoso»… Nueve reinas es la versión picaresca del corralito argentino, esa traca final del menemismo —no en vano fue encendida por Cavallo— que terminó de arruinar a la clase media del país. «Putos no faltan; lo que faltan son financistas», resuelve a lo largo del metraje Marcos, el personaje interpretado por Darín, aunque puestos a elegir me quedo con la respuesta de su socio JuanGastón Pauls— cuando revela que de pequeño lo único que deseaba era «ser cómplice»… A Bielinsky se le ha parado el pecho a destiempo, pero consagrado ya como uno de los grandes directores hispanoparlantes de la historia. Y ello sin haber tenido que pisar jamás la alfombra roja del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Su primer largo salió triunfal de seis certámenes, dos de ellos de cine latino (Lérida y Biarritz), y El aura ya la paseó directamente por San Sebastián y Sundance. Ése, y no otro, es el verdadero problema de la muestra onubense.

Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 1 de julio de 2006

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