28 junio 2006

Tabaco

Se ha felicitado esta semana Esperanza Ruiz, la socia tránsfuga del cimarrón Juan Serrato en Gibraleón, porque cada vez son menos los vecinos olontenses que fuman gracias a un inaudito plan de choque municipal contra todos los abonados al Winston y el Camel. Les confesaré que siempre he sido un pelín escéptico en lo que se refiere al efecto real que puedan tener sobre la conducta individual de los casi 44 millones de españoles las costosísimas campañas de concienciación impulsadas desde las administraciones públicas. Quizás por ello me parezca una osadía que un ayuntamiento se irrogue la condición de adalid en la cruzada anticigarrillos impulsada en primer término por el presidente Rodríguez Zapatero y su ministra más zen, doña Elena Salgado. Habría que saber qué empresa se está encargando (intramuros de Gibraleón) de, por un lado, verificar estadísticamente ese descenso en el número de devotos a la nicotina y, por el otro, de imputarle de modo indubitado ese presunto menoscabo en la legión de fumacas a la maestría de la responsable municipal del departamento de Servicios Sociales. Yo que ustedes pondría en cuarentena tanta satisfacción teletipada, entre otras razones porque existen evidencias suficientes como para concluir exactamente lo contrario de lo manifestado hace 72 horas por Espe, esto es, que en ese pueblo con 12.000 vecinos los fumantes están menguando. Piensen por ejemplo en todos esos concejales del PP y padres de familia que cobraban su sueldito a fin de mes por decreto de José Ramón Gómez Cueli y que, de la noche a la mañana, se tuvieron que buscar las habichuelas fuera del Ayuntamiento por la traición de la traicionada ex secretaria general del PP de Huelva. ¿Cuántos fumaban hace un año y cuántos ahora? ¿Qué número de cigarrillos son capaces de empalmar a lo largo de una jornada? Y eso por no ser tétricos, porque también podríamos preguntar por esos familiares solidarios que pueden estar anidando secretamente cualquier tumor entre volutas de odio hacia esa edil que amenaza el ajuar de tantas concuñadas y a todos los estancos del pueblo... Desde el punto de vista socio-político, ¿puede prescindir del tabaco Gibraleón hoy día? La autoindulgencia de Esperanza me ha recordado el célebre chiste de Les Luthiers de que «un estadístico puede tener la cabeza en el congelador, los pies en el horno y decir que en promedio se siente bien». Esos argentinos sí que afinaban en términos demoscópicos: «De cada diez personas que ven la televisión, cinco son la mitad».
Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 28 de junio de 2006

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