24 octubre 2006

Nuevas vías

Los que se andan quejando amargamente —aunque en foros muy restringidos; por eso muchos de ustedes siguen sin estar al tanto de este asunto— de que en toda la provincia de Huelva no haya un solo hombre o mujer que represente fielmente la figura y el discurso, sobre todo, del secretario general de los socialistas a nivel nacional, José Luis Rodríguez Zapatero, rememoran con cierta candidez la sorpresa que supuso dentro y fuera del partido ese proyecto de la Nueva Vía que terminó abriéndose paso en aquel límpido proceso de primarias del 35º Congreso entre el oficialista José Bono (apoyado por la miopía de los delegados onubenses) y la eurodiputada Rosa Díez. Sorpresa porque, pese a ser simplemente un diputado nacional procedente de un tierras tan populares como las castellano leonesas, y pese a aquellas (por qué no decirlo) punzantes y aterradoras cejas de diablillo que han terminado depilándole semana tras semana (les recuerdo que Miterrand tuvo que gobernar Francia con los colmillos pulidos, que a Felipe le pintaban las canas o que a la Parralo le han realzado las patas de gallo en la cartelería); pese a todos esos handicaps, repito, Zapatero fue capaz de imponerse a un superbarón territorial como el por entonces presidente manchego, que para más inri contaba con el apoyo del resto de señores feudales del socialismo, incluido el infalible Manuel Chaves. Ahora, estos críticos de salón del PSOE de Huelva quieren ver algunas similitudes entre tan exitoso proceso federal y el que, por pura higiene democrática, debería haberse puesto en marcha aquí hace ya algunos años. Pero también han de tener en cuenta las notables diferencias que saltan a la vista en la comparativa, y para ello podría bastarles con mirarse al espejo, porque realmente son ellos mismos los que constituyen el principal obstáculo para que el bello y legítimo sueño renovador salga adelante. El presidente del Gobierno presentó sus credenciales a las primarias rodeándose de un grupo de gente muy preparada pero que, en efecto, electoralmente eran unos derrotados. Siendo precisos, se trataba de dirigentes de tres al cuarto que, o habían salido escaldados del cuerpo a cuerpo con el PP, o eran melones sin calar ante las urnas. En el PSOE de Huelva los hay a puñados, sí, pero la cuestión es que ninguno de aquéllos estaba acomplejado por tal circunstancia, mientras que aquí lo más probable es que la cuadrilla de conspiradores jamás se atreva a abandonar el Palacio de Invierno que aún los cobija del frío que hace afuera. Quizá porque siguen sin reparar en que, a fin de cuentas, no son más que atribulados guardias imperiales para los que la Nueva Vía también pasa por repetir en cualquiera de los puestos de salida de la candidatura de la capital.
Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 24 de octubre de 2006

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