Rocío Allepuz no es una política al uso. Demasiado humana, demasiado sensata, demasiado próxima, demasiado discreta, demasiado casera; demasiado buena gente en suma. Por esa sencilla razón, a pocos de los que la conocían bien les ha cogido por sorpresa su extemporánea salida de la Delegación Provincial de Obras Públicas. En estas mismas páginas se ha deslizado que, aunque ha alegado motivos de índole personal para abandonar el despacho e irse para su casa (difícil decisión ésa siempre), también es cierto que su relación con la ejecutiva onubense del PSOE no atravesaba por su mejor momento. En realidad, se podría decir que Rocío nunca ha estado a partir un piñón con la gente que la puso o la mantuvo en el cargo desde 2002, ya sea por acción o por omisión, que también cuenta esto a menudo en las designaciones y ratificaciones en un puesto político. Esta última verdad empírica Allepuz no la ha llegado a asimilar del todo jamás, pese a formar parte del abecé de cualquier cargo de libérrima designación, y por eso ha confesado durante años —a todo aquel que le sugería cierta confianza— que ella no se sentía en deuda ni con Barrero ni con prácticamente ninguno de sus acompañantes, quienes han tratado con excesivos recelos en el día a día a la delegada hasta el punto de que han optado por puentearla a menudo, con lo que molestan esas cosas... Esto llevaba siendo así prácticamente desde el principio, lo cual no dejará de sorprenderles a los que sepan cómo funcionan los partidos políticos y lo recurrente que es la ley marcial. Así que puede resultar un tanto baldío el esfuerzo por conocer cuál ha sido el último goterón que ha caído sobre un vaso rebosado desde hace años. Lo que me consta es que no se ha sabido apreciar desde el partido y sus aledaños un trabajo básicamente honrado en un área de poder cada día más complicada por la imparable, irreparable e inevitable politización del urbanismo. Ahora toca buscar un buen ariete para hacerle la campañita a Pedro Rodríguez, a Hernández Cansino, a Juanjo Volante... de aquí a las elecciones municipales; a ser posible, un técnico con ganas de marcha que entienda a la primera y sin que nadie se lo tenga que explicar que todo, absolutamente todo, se lo debe al PSOE. (Última hora: reaparece José Álvarez Checa en los periódicos por retocar el PGOU que él le hizo a José Luis Rodríguez y lograr así que «Gibraleón gane cuatro millones de euros revisando convenios del PP», en palabras de El País... Vuelvo a preguntarle a la UGT: si la gente no puede votar a Vázquez Hierro porque es arquitecto, ¿qué hacemos con la mujer de este otro artista del ladrillo?).
Publicado en EL MUNDO Huelva Noticias el 29 de julio de 2006
Etiquetas: Gibraleón, Hernández Cansino, Moguer, Pedro Rodríguez, PSOE de Huelva, UGT
1 comentarios:
Has dado en la techa, compañero. Muy bien tu artículo.
Antonio.
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